Una de las características del budismo zen es que pretende (muy ingenuamente) deshacerse de los deseos. Según ellos, así se consigue el Nirvana -y ellos desean conseguirlo (?)-. En todo caso, al negar esa parte tan primaria del ser humano, el budismo exime a sus suscritos de preocuparse por los demás cuando se les ve sufrir o en necesidad, porque eso será muy alturista pero es un deseo.
Mario Mendoza relata cómo el budista zen colombiano Densho Quintero, de quien es amigo, vivió o se supone que vivió su camino hacia el Nirvana en Japón en los días que siguieron al tsunami que causó la emergencia en Fukushima:
Pues lo siento, pero mi admiración irrestricta la profeso por quienes ayudan aquí, en la Tierra, mediante acciones concretas, a los demás, y no los que se quedan quietos, esperando mediocremente que las cosas se solucionen por sí solas, evitando poner de su parte para ayudar.
Las soluciones se consiguen dejando de creerse que se está por encima del bien y del mal y de presumir superioridad moral y ensuciándose las manos. El que es capaz de ver sufrir a los demás, sin inmutarase, es un cretino.
Que no es que yo espere que las religiones promuevan el altruísmo, la empatía ni preocuparse por los demás. Es más bien al contrario y esta es una prueba clarísima de eso.
Mario Mendoza relata cómo el budista zen colombiano Densho Quintero, de quien es amigo, vivió o se supone que vivió su camino hacia el Nirvana en Japón en los días que siguieron al tsunami que causó la emergencia en Fukushima:
Durante días lo imaginé atravesando Japón hacia el sur, donde estaba el monasterio, siendo testigo de la tristeza de sus habitantes, del temor, de los operativos de los organismos de socorro para prevenir más calamidades; sentado durante horas en posición de meditación (zazén), inmóvil, con la mirada fija en la pared, mientras afuera miles de personas se desplazaban hacia los aeropuertos buscando una forma de escapar del país.
Semejante actitud me produjo una admiración irrestricta.
Pues lo siento, pero mi admiración irrestricta la profeso por quienes ayudan aquí, en la Tierra, mediante acciones concretas, a los demás, y no los que se quedan quietos, esperando mediocremente que las cosas se solucionen por sí solas, evitando poner de su parte para ayudar.
Las soluciones se consiguen dejando de creerse que se está por encima del bien y del mal y de presumir superioridad moral y ensuciándose las manos. El que es capaz de ver sufrir a los demás, sin inmutarase, es un cretino.
Que no es que yo espere que las religiones promuevan el altruísmo, la empatía ni preocuparse por los demás. Es más bien al contrario y esta es una prueba clarísima de eso.
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