Corea del Norte es el país más desgraciado del mundo.
Sus ciudadanos -si es que se le puede llamar así a entes que habitan cuerpos, cuyas voluntades han sido quebrantadas y se encuentran despojados de todo rasgo de individualidad y personalidad- están condenados a adorar al fallecido líder Kim Il-sung (que sigue al mando, en lo que Christopher Hitchens ha denominado una necrocracia) mientras su hijo, Kim Jong-il dedica todas sus energías a desarrollar bombas nucleares y amenazar a su infortunado vecino, Corea del Sur.
Si pensaron que la situación no podía empeorar, piensen de nuevo:
Así es. Los cristianos están tratando -como es su costumbre- de aprovechar la debilidad emocional y nulas capacidades críticas de esas pobres personas para adoctrinarlos en su superstición. Tal como afirman en Ateorizar, como si los norcoreanos no tuvieran suficiente ya con un tirano real, ahora van a someterse a uno imaginario.
Y por cierto, no es que todas las religiones sean perseguidas en Corea del Norte - sólo aquellas que le hacen competencia a la oficial, que es esa religión de estado, que la podrida dinastía Kim impone barbárica y totalitariamente sobre sus desdichados vasallos.
Sus ciudadanos -si es que se le puede llamar así a entes que habitan cuerpos, cuyas voluntades han sido quebrantadas y se encuentran despojados de todo rasgo de individualidad y personalidad- están condenados a adorar al fallecido líder Kim Il-sung (que sigue al mando, en lo que Christopher Hitchens ha denominado una necrocracia) mientras su hijo, Kim Jong-il dedica todas sus energías a desarrollar bombas nucleares y amenazar a su infortunado vecino, Corea del Sur.
Si pensaron que la situación no podía empeorar, piensen de nuevo:
Según un informe remitido a la Agencia Fides, ICC, una organización que busca abrir un puente entre los países libres y aquellos donde la religión es perseguida, ha conseguido introducir en el país 10.000 Biblias mediante el procedimiento de atarlas a sendos globos y lanzarlos sobre terreno norcoreano, con el fin de alimentar espiritualmente a las comunidades clandestinas y posibilitar su arriesgado apostolado.
Así es. Los cristianos están tratando -como es su costumbre- de aprovechar la debilidad emocional y nulas capacidades críticas de esas pobres personas para adoctrinarlos en su superstición. Tal como afirman en Ateorizar, como si los norcoreanos no tuvieran suficiente ya con un tirano real, ahora van a someterse a uno imaginario.
Y por cierto, no es que todas las religiones sean perseguidas en Corea del Norte - sólo aquellas que le hacen competencia a la oficial, que es esa religión de estado, que la podrida dinastía Kim impone barbárica y totalitariamente sobre sus desdichados vasallos.
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