Creo que, en Colombia, las personas que hablan sobre la reelección son las menos aptas para hablar de ella y en general para manejar el país.
Leer sus opiniones permite que uno se haga una idea de más o menos cómo conciben la política.
A pesar de que el tema está de moda, lo de la reelección realmente empezó hace siete años, cuando el entonces presidente Álvaro Uribe se dio cuenta de que le quedaban dos años en el poder e hizo todo cuanto estuvo a su alcance para tramitar una reelección. Bueno, no todo - creo que le faltaron todas las alternativas legales, pero en fin... ahí nació el problema.
Problema que continúa y se agrava cada día más. Los titulares de estos días anuncian que nace el movimiento antireelección, lo cuál es bastante desafortunado. Ese 'movimiento' ya existe. Está conformado por todos los que nos opusimos a que se cambiara la Constitución con nombre propio para satisfacer la sed de poder de Uribe.
El movimiento antireelección de la época de Uribe es muy diferente a esa pataleta que está armando Luis Carlos Restrepo para que no lo investiguen. De hecho, son dos concepciones completamente distintas de la política.
La antireelección original nace de la convicción de que no existen los mesías, de que entre 44 millones de personas seguramente hay alguien más preparado y menos peligroso que Uribe y que la Constitución debe ser el sendero por el que un país encuentre el camino del progreso y por eso debe mantenerse intacta la mayor cantidad de tiempo posible. Eso, en pocas palabras es lo que motivó el primer movimiento antireelección.
El segundo, nace de la politquería y la forma de concebir la política por parte de los políticos. Ellos tienen la arraigada creencia de que los puestos políticos son para pagar favores, para obtener privilegios y para ganarse la vida calentando puesto (véase, si no, a nuestros embajadores y cónsules). Y la Presidencia no es diferente. Es la joya de la corona. Por eso no les ha importado cambiar articulitos de la Constitución para favorecer a su candidato. Y ahora pretenden oponerse a la reelección porque no es su candidato.
¡Pues se joden! Ustedes cambiaron la Constitución sólo importándoles poder perpetuar la dictadura de Álvaro Uribe Vélez, sin pensar que esa es la carta magna que guía a toda una nación, que no se puede andar cambiando alegremente según los vaivenes sino poniéndose objetivos a largo plazo y marcando el camino para conseguirlos. Desecharon (¡y acusaron de terroristas!) las voces de alerta sobre lo patéticamente bananero que resulta cambiar la Constitución para favorecer los antojos y la insaciable sed de poder del presidente de turno (lo que era suficiente razón para sospechar y no darle rienda suelta a sus delirios).
Ahora, ese peligro que tantos vimos en Uribe y vemos en cualquier reelección, los uribistas lo ven en Santos, pero no porque entiendan que la organización institucional del país está puesta de tal forma para que los presidentes no se reelijan, sino porque no ha seguido las aberrantes políticas de Uribe ni sus métodos represivos, ni su retórica polarizadora.
Pues bien, yo siempre me opondré a la reelección, de cualquier tipo y de cualquier cargo, pero por el momento que no nos vengan con que los peligros de la reelección de Santos, mientras desentierran los argumentos que dimos hace varios años contra el Uribe que se aferró al poder y al que ellos apoyaron. Argumentos, claro, de los que no están convencidos, sino que siguen siendo la mejor retórica que encuentran para, una vez más, favorecer y perpetuar los intereses y privilegios de Uribe y de sus lacayos.
Leer sus opiniones permite que uno se haga una idea de más o menos cómo conciben la política.
A pesar de que el tema está de moda, lo de la reelección realmente empezó hace siete años, cuando el entonces presidente Álvaro Uribe se dio cuenta de que le quedaban dos años en el poder e hizo todo cuanto estuvo a su alcance para tramitar una reelección. Bueno, no todo - creo que le faltaron todas las alternativas legales, pero en fin... ahí nació el problema.
Problema que continúa y se agrava cada día más. Los titulares de estos días anuncian que nace el movimiento antireelección, lo cuál es bastante desafortunado. Ese 'movimiento' ya existe. Está conformado por todos los que nos opusimos a que se cambiara la Constitución con nombre propio para satisfacer la sed de poder de Uribe.
El movimiento antireelección de la época de Uribe es muy diferente a esa pataleta que está armando Luis Carlos Restrepo para que no lo investiguen. De hecho, son dos concepciones completamente distintas de la política.
La antireelección original nace de la convicción de que no existen los mesías, de que entre 44 millones de personas seguramente hay alguien más preparado y menos peligroso que Uribe y que la Constitución debe ser el sendero por el que un país encuentre el camino del progreso y por eso debe mantenerse intacta la mayor cantidad de tiempo posible. Eso, en pocas palabras es lo que motivó el primer movimiento antireelección.
El segundo, nace de la politquería y la forma de concebir la política por parte de los políticos. Ellos tienen la arraigada creencia de que los puestos políticos son para pagar favores, para obtener privilegios y para ganarse la vida calentando puesto (véase, si no, a nuestros embajadores y cónsules). Y la Presidencia no es diferente. Es la joya de la corona. Por eso no les ha importado cambiar articulitos de la Constitución para favorecer a su candidato. Y ahora pretenden oponerse a la reelección porque no es su candidato.
¡Pues se joden! Ustedes cambiaron la Constitución sólo importándoles poder perpetuar la dictadura de Álvaro Uribe Vélez, sin pensar que esa es la carta magna que guía a toda una nación, que no se puede andar cambiando alegremente según los vaivenes sino poniéndose objetivos a largo plazo y marcando el camino para conseguirlos. Desecharon (¡y acusaron de terroristas!) las voces de alerta sobre lo patéticamente bananero que resulta cambiar la Constitución para favorecer los antojos y la insaciable sed de poder del presidente de turno (lo que era suficiente razón para sospechar y no darle rienda suelta a sus delirios).
Ahora, ese peligro que tantos vimos en Uribe y vemos en cualquier reelección, los uribistas lo ven en Santos, pero no porque entiendan que la organización institucional del país está puesta de tal forma para que los presidentes no se reelijan, sino porque no ha seguido las aberrantes políticas de Uribe ni sus métodos represivos, ni su retórica polarizadora.
Pues bien, yo siempre me opondré a la reelección, de cualquier tipo y de cualquier cargo, pero por el momento que no nos vengan con que los peligros de la reelección de Santos, mientras desentierran los argumentos que dimos hace varios años contra el Uribe que se aferró al poder y al que ellos apoyaron. Argumentos, claro, de los que no están convencidos, sino que siguen siendo la mejor retórica que encuentran para, una vez más, favorecer y perpetuar los intereses y privilegios de Uribe y de sus lacayos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.