No es de extrañar que Navidad sea una época en la que todos aprovechan para promover sus supersticiones. La gente tiende a confundir la fraternidad y camaradería con insultar la inteligencia ajena.
Para la muestra se puede tomar esta pésima reseña del también pésimo libro Carta al Niño dios:
Aquí aparece la religión en toda su podredumbre - negando la naturaleza infantil de querer jugar y diciéndole a los adultos a quién deben amar. Totalitarismo en su máxima expresión.
¡Qué bien! Deshacerse de la estúpida noción del "valle de lágrimas" y que empiece a desarrollar el pensamiento crítico en vez de permitir que siga anidando en él la muy mala idea de creer sin evidencias. Ya era hora de que alguien le dijera la verdad al pobre crío.
¡Guau! Qué prueba tan 'seria': algo que puede ser perfectamente una alucinación. Aunque no es que espere mucho de los cristies en cuanto a carga de la prueba. Yo de Nicolás exigía algo verificable de manera objetiva y empírica. En fin, que tampoco es muy realista esperar eso de un niño cuyas facultades críticas fueron extirpadas desde pequeño para que lo pudieran amputar emocionalmente y que su estabilidad emocional dependa de la existencia de un zombie judío.
¿Un hermoso mensaje de amor y fe de parte de un tipo que nos freirá en el infierno por toda la eternidad si no nos arrodillamos ante él? Con el paso del tiempo me voy dando cuenta que he perdido la capacidad de entender la estética cristiana: encuentran hermosas y dignas de alabanza cosas elementalmente indignantes, como el sufrimiento, la renuncia a la Razón y la discriminación.
A mí me suena más a historia infantil para niños. Y en cuanto a los regalos, prefiero que sean los de mis papás. Ellos no me echaron de su casa porque mi tataratatarabuela, una mujer-costilla, le hubiera hecho caso a una serpiente parlante y se hubiera comido una manzana mágica del conocimiento. Por el contrario, mis papás han tratado de inculcarme el ansia por el conocimiento y se sienten bastante orgullosos cada vez que demuestro tener más y mejores conocimientos.
No sé qué clase de infancia tuvo el que escribió la reseña pero ciertamente la mía estuvo marcada en parte por la desobediencia y aún a día de hoy, considero el no seguir órdenes una decisión importante en muchos ámbitos. La obediencia es para los animales de corral, para las ovejas y no para los seres humanos pensantes.
Para la muestra se puede tomar esta pésima reseña del también pésimo libro Carta al Niño dios:
“Carta Al Niño Dios” es una emotiva y tierna historia que narra la vivencia de Nicolás, un niño que sufre el conflicto de pareja entre sus padres llenándose de temor ante la posibilidad de un divorcio, es ahí cuando Nicolás le pide al Divino Niño Jesús del 20 de julio que no le traiga juguetes a cambio de que sus padres se vuelvan a amar.
Aquí aparece la religión en toda su podredumbre - negando la naturaleza infantil de querer jugar y diciéndole a los adultos a quién deben amar. Totalitarismo en su máxima expresión.
El 24 de diciembre, escucha decir que el niño Dios no existe y que son sus padres quienes ponen los regalos en su cama, esto causa en el pequeño una gran desilusión que logra confundir esa fe que le han inculcado desde que nació.
¡Qué bien! Deshacerse de la estúpida noción del "valle de lágrimas" y que empiece a desarrollar el pensamiento crítico en vez de permitir que siga anidando en él la muy mala idea de creer sin evidencias. Ya era hora de que alguien le dijera la verdad al pobre crío.
Nicolás le pide al Niño Dios una prueba seria de su existencia y es justo en ese momento cuando el Divino Niño Jesús se le aparece invitándolo a revivir en un viaje por los recuerdos una aventura que lo llenará de su sabiduría teniendo siempre presente su Palabra.
¡Guau! Qué prueba tan 'seria': algo que puede ser perfectamente una alucinación. Aunque no es que espere mucho de los cristies en cuanto a carga de la prueba. Yo de Nicolás exigía algo verificable de manera objetiva y empírica. En fin, que tampoco es muy realista esperar eso de un niño cuyas facultades críticas fueron extirpadas desde pequeño para que lo pudieran amputar emocionalmente y que su estabilidad emocional dependa de la existencia de un zombie judío.
Nicolás y sus primos, vivirán una maravillosa experiencia al lado del Niño Jesús quien les deja como legado un hermoso mensaje de amor y fe que logrará conmover los corazones de todos los hogares del mundo, recordándonos su promesa “Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” Juan 14,13.
¿Un hermoso mensaje de amor y fe de parte de un tipo que nos freirá en el infierno por toda la eternidad si no nos arrodillamos ante él? Con el paso del tiempo me voy dando cuenta que he perdido la capacidad de entender la estética cristiana: encuentran hermosas y dignas de alabanza cosas elementalmente indignantes, como el sufrimiento, la renuncia a la Razón y la discriminación.
La escritora colombiana Celmira Zuluaga Aparicio nuevamente nos sorprende con una historia infantil para adultos que revivirá ese desengaño que nos ha derrumbado todos cuando descubrimos que no es el Niño Dios quien nos trae los juguetes en Navidad sino nuestros padres.
A mí me suena más a historia infantil para niños. Y en cuanto a los regalos, prefiero que sean los de mis papás. Ellos no me echaron de su casa porque mi tataratatarabuela, una mujer-costilla, le hubiera hecho caso a una serpiente parlante y se hubiera comido una manzana mágica del conocimiento. Por el contrario, mis papás han tratado de inculcarme el ansia por el conocimiento y se sienten bastante orgullosos cada vez que demuestro tener más y mejores conocimientos.
Carta Al Niño Dios replantea realidades humanas dentro de un argumento apasionante en donde sus personajes en medio de su cotidianidad viven el desamor, la infidelidad, la mentira, la desobediencia y todas estas actitudes que nos llevan a oscurecer nuestros corazones olvidando preservar ese niño que todos tenemos dentro y que debemos tener siempre presente para la lograr la felicidad
No sé qué clase de infancia tuvo el que escribió la reseña pero ciertamente la mía estuvo marcada en parte por la desobediencia y aún a día de hoy, considero el no seguir órdenes una decisión importante en muchos ámbitos. La obediencia es para los animales de corral, para las ovejas y no para los seres humanos pensantes.
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