domingo, 11 de diciembre de 2011

Soy eurocéntrico

Yo no concibo una civilización no occidental (por eso me resulta disparatado afirmar que hay "choques de civilizaciones" y expresiones similares). Normalmente, una confesión de ese tipo, le gana a uno miradas de reprobación como si el ser eurocentrista fuera lo mismo que ser racista o algo así.

Como lo he dicho antes, no lo es y no tiene nada que ver. Simplemente soy eurocentrista porque la organización política, social y económica de los países de Europa antes de adoptar el Euro y el multiculturalismo era la máxima expresión de civilidad y progreso que el ser humano haya conocido. Al respecto me crucé con un artículo de Gabriel Andrade que lo expone magistralmente:

A grandes rasgos, podemos definir ‘eurocentrismo’ como la tendencia a creer que Europa ha tenido un papel protagónico en la historia de la humanidad, y que las instituciones procedentes de ese continente son más convenientes que las instituciones procedentes de otras regiones del mundo.
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El eurocéntrico sólo postula que la civilización originada en Europa ha hecho más aportes significativos al bienestar de la humanidad, que cualquier otra civilización o cultura.
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... hay también un eurocentrismo ilustrado que no parte de prejuicios, sino de post-juicios. Ha habido plenitud de antropólogos e historiadores que, con firme objetividad y libres de prejuicios, han buscado comparar el desempeño de distintas civilizaciones en el mundo, y con suficiencia de datos, han llegado a la conclusión de que la mayor parte de las instituciones que contribuyen a la felicidad y el bienestar humano, proceden de Europa.

La lista de autores que, tras serias investigaciones, han llegado a la conclusión de que Europa sí ha jugado un papel protagónico en el forjamiento de la civilización, es demasiado larga como para reseñarla acá. Basta mencionar algunos de los grandes nombres: Max Weber, David Landes, Niall Ferguson, Robert Brenner. Vale destacar que no todos los historiadores eurocéntricos son europeos. Ha habido historiadores que proceden del Tercer Mundo, pero que, de nuevo, con objetividad, llegan a la conclusión de que Europa es la cuna de la mayor parte de las cosas que han hecho felices a los hombres: Ibn Warraq, Dinesh d’Souza, Ayaan Hirsi Ali, Mario Vargas Llosa.
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Son muchas las grandes instituciones originarias de Europa, pero basta mencionar las más relevantes, según han sido documentadas por estos historiadores: la democracia, la ciencia, la racionalidad, la técnica, la medicina, la igualdad de género, los derechos individuales, el debido proceso judicial, la industrialización. Y, lo relevante acá es sostener que, si bien estas instituciones son originarias de Europa, tienen alcance universal. Por ende, el eurocentrismo promueve la adopción de estas instituciones a escala planetaria, a fin de contribuir al bienestar de la humanidad.

Salvo por el hecho de que no considero ni a Mario Vargas Llosa ni a Dinesh D’Souza como personas objetivas ni "grandes pensadores" (el uno un gran escritor y el otro un teoconservador apologista cristiano), en líneas generales coincido con lo que plantea Andrade y me siento identificado.

Y esa es mi respuesta al multiculturalismo: las cotas más altas de calidad de vida y desarrollo se han visto en Europa y en Occidente en general. ¿Qué necesidad hay de permitir y promover el sufrimiento ajeno en nombre de barbáricas y salvajes tradiciones?

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