martes, 20 de diciembre de 2011

Sam Harris recuerda a Hitch

Los tres "Jinetes del Apocalipsis" que siguen vivos, Richard Dawkins, Sam Harris y Daniel Dennett han escrito artículos con motivo de la reciente muerte del cuarto jinete, el genial Christopher Hitchens.

El artículo de Dawkins es un fusilado de las palabras con las que rindió homenaje a Christopher Hitchens en la Convención de Librepensadores de Texas, poniendo en pasado lo que estaba en presente. El de Dennett resalta que Hitch sabía cuándo era necesario dejar la cortesía a un lado. Ahora llegó el turno de Harris, que se despide efusivamente:

En el momento en que se anunció que Christopher Hitchens estaba enfermo de cáncer, se comenzaron a derramar elogios en la prensa y desde la tribuna. Nadie quería negar la posibilidad de que se recuperara, por supuesto, pero tampoco podíamos dejar que la admiración que sentíamos por él quedara sin ser expresada​​. Es un cliché decir que él fue único y que nadie puede ocupar su lugar - pero Hitch lo fue y nadie puede. En su caso los tributos más efusivos parecen incluso palabras huecas. Simplemente no había otro como él.

Una de las alegrías de vivir en un mundo lleno de estupidez e hipocresía era ver responder a Hitch. Ese placer ahora se nos ha negado. Los problemas que llamaron su atención permanecen - al igual que el registro de su brillantez, valentía, erudición y buen humor enfrentando la indignación. Pero su ausencia dejará un enorme vacío en los próximos años. Hitch vivió una vida extraordinariamente grande. (Lean sus memorias, Hitch-22, y maravíllense.) Fue demasiado corta, sin duda -y uno sólo puede imaginar lo que otras dos décadas podrían haber sacado de él- pero Hitch produjo el trabajo más fino, leyó más libros, conoció gente más interesante, y ganó más debates que lo que la mayoría de nosotros podría en varios siglos.

Conocí a Hitch en una cena a finales de abril del 2007, justo antes del lanzamiento de su notable libro dios No Es Bueno. Después de una larga noche, mi esposa y yo lo dejamos en la acera frente a su hotel. Su gira de promoción apenas comenzaba, y estaba previsto que él debatiera en un panel a la mañana siguiente. Era bien pasada la medianoche, pero era evidente a partir de su comportamiento que en su reloj había unas pocas horas más de actividad. Yo había oído las historias sobre su capacidad para trasnochar y madrugar, pero asombrosamente ahí junto a él bajo la luz de un poste, hice una nota mental de lo que me pareció un hecho de la naturaleza - el panel de mañana sería un desastre.

Salí de la cama a la mañana siguiente, sintiéndome bastante destrozado, para ver a Hitch disertar en Book TV de C-SPAN, vestido con el mismo traje que llevaba puesto la noche anterior. Ni que decir tiene, que sin esfuerzo estaba lúcido e ingenioso - y sin tomar prisioneros. Debería haber un nombre para el peculiar coctel de emociones del que entonces disfruté: una parte de asombro, un parte de alivio, dos partes de envidia; mezclar. No sería la última vez que bebería en su honor.

Desde esa primera cena, me he sentido enormemente afortunado de contar a Hitch como un amigo y colega - y muy desafortunado, en efecto por no haberlo conocido antes. Antes de que él se enfermara, yo había esperado tener muchos más años en los que poder dar su compañía por sentado. Sin embargo, nuestra última reunión fue en febrero de este año, en Los Angeles, donde compartimos el escenario con dos rabinos. Su enfermedad era lo suficientemente grave en ese momento como para que el tema de nuestro debate -¿Hay vida después de la muerte?- pareciera un toque morboso. También hizo que viajar fuera difícil para él. Me sorprendió que él hubiera hecho el viaje en absoluto.

La noche antes del evento, nos reunimos para cenar, y me di cuenta de que podría ser nuestra última comida juntos. Me sorprendió también darme cuenta de que era nuestra primera comida solos. Recuerdo que pensé que era una lástima -para mí- que nuestras vidas no hubieran coincidido más. Yo tenía mucho que aprender de él.

He tenido el privilegio de presenciar el reconocimiento que mucha gente siente por la vida y el trabajo de Hitch - ya que, siempre que hablo, me encuentro con sus fans. Durante mi gira del último libro, los asistentes a mis conferencias no pudieron contener su alegría ante la mera mención de su nombre - y muchos de ellos se acercaron a que sus libros fueran autografiados principalmente para pedir que yo transmitiera sus mejores deseos para él. Fue maravilloso ver cuánto fue amado y venerado Hitch - y ser capaz de compartir esto con él antes del final.

Te extrañaré, hermano.

¡Nada más que decir por mi parte!

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