Hace unas semanas comenté que la empresa de publicación 'científica'
Nature estableció un estándar de pureza ideológica para publicar en sus páginas — un cambio editorial en el que ahora se reservan el derecho a rechazar estudios rigurosos o retractarlos
a posteriori si consideran que su publicación podría suponer un daño "potencial" para poblaciones vulnerables. Un cambio que abraza la ortodoxia moral del momento, y, con ella, la más elemental ignorancia sobre la ciencia y sus virtudes.
Pues
Nature no es nada si no es consistente. A pesar del torrente de críticas sobre esto, la empresa editorial parece
empeñada en redoblar su apuesta a la corrección política, así que desde entonces nos han obsequiado más disparates sobre —cómo no— las maldades de la ciencia y el mundo académico.