Cuando digo que las religiones amputan intelectualmente a las personas y les crean una dependencia emocional hacia la superstición, lo digo en serio. Todas las religiones -¡todas!- son enemigas de los más altos valores de la humanidad: la libertad y la igualdad. Esto tiene una razón de ser. Están en contra de la libertad, porque con ella las personas pueden decidir no creerles, no hacerles caso, no seguirlos. Y están en contra de la igualdad porque con ella pierden sus privilegios.
Por eso le lavan el cerebro a la gente, o mejor dicho, se lo ensucian, se lo llenan de basura, para que no apostaten, para que no piensen por sí mismos, para que no disientan, en últimas, para que no se salgan de esa burbuja en la que son los dioses en persona. Y así mismo se encargan de que sus adeptos se vuelvan hostiles hacia los que deciden dejar ese tóxico ambiente.
Esto lo descubrió Vicky Simister a las malas: