Con impulso que el cristianismo evangélico recibió en la victoria del NO, se han envalentonado cada vez más hasta dejar meridianamente claro que lo que les interesa —y, ténganlo por seguro que lo van a lograr— es reimponer la teocracia y obligarnos a todos a seguir los designios de su amigo imaginario.
Ante estas posturas, el columnista, abogado y activista LGBTI Mauricio Albarracín ha pretendido tender puentes con los evangélicos, y su columna de esta semana es un ejemplo de esa actitud — Albarracín pide que haya un acuerdo mínimo entre iglesias y LGBTI, que permitan un acuerdo de paz pronto y legítimo.