Acabo de llegar de ver a una amiga en una obra de teatro. La presentación fue en el Jardín Botánico y
el espectáculo nos proporcionó un momento agradable y entretenido.
Sin embargo, no pude dejar de notar que la tarima se encontraba al lado de un escenario espantosamente familiar y conocido: un pesebre navideño, en el que ya se notaban el buey y el burro y que contaba con una estrella con luces, encima de donde vendría a ser depositado un niño dios. No puedo decir que me asombrara, pues ya estoy acostumbrado a que las entidades estatales violen la Constitución promoviendo religiones particulares.