Desde hace unas semanas se ha vienen llevando a cabo varias demostraciones de la Huelga Mundial por el Clima, una manifestación global en la que miles de personas salieron a las calles para expresar su frustración, miedo, ansiedad y molestia con la forma en la que los gobiernos del mundo han manejado el cambio climático. La Huelga fue convocada con ocasión de la participación de la joven sueca Greta Thunberg en la reunion de la ONU del 20 de septiembre en Nueva York.
Antes de entrar en materia, conviene hacer algunas precisiones: primero, el cambio climático es un problema real y apremiante para todo el planeta. Segundo, la discusión de si el hombre ha contribuido al cambio climático me resulta irrelevante — sí, la actividad humana ha tenido una influencia significativa en los niveles de cambio climático, pero incluso si no hubiera un componente antropogénico, queremos hacer algo para reducirlo en todo caso. Tercero, Greta Thunberg es humana — no es perfecta, y ponerla en un pedestal, como endiosar a cualquier otro ser vivo, es un error. Por último, los ataques personales a Thunberg son inaceptables: uno puede estar en desacuerdo parcial o totalmente con ella y quienes le hablan al oído, pero si nada justifica los ataques a adultos con quienes discrepamos, mucho menos se justifican los ataques contra Thunberg.
Ahora, sin más preámbulo, veamos de qué trata la Huelga Mundial por el Clima. Como suele ocurrir en estos casos, la mejor manera de saber qué quieren realmente los organizadores es mirando su lista de exigencias. La Huelga Mundial por el Clima pide: