Hasta ahora había disfrutado la colección ¡Vaya Timo! de Laetoli, que asumió la defensa de la racionalidad y la ciencia frente a los ataques de magufos y traficantes de miedo.
Pero la editorial española acaba de publicar El fracking ¡vaya timo!:
El fracking o fracturación hidráulica es una técnica muy polémica utilizada para extraer gas y petróleo del subsuelo. Consiste en perforar un pozo vertical en el que se inyecta a presión agua, arena y productos químicos con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo su salida al exterior.
“En la burbuja que provocó la caída de Lehman Brothers —afirma el autor—, origen de la crisis que nos azota, se elaboraron complicados artefactos financieros en cuyo fondo subyacía la idea básica e imposible de toda burbuja: había un recurso infinito cuyo valor no cesaba de crecer. El recurso, llámese suelo o combustible, crea a su alrededor todo un universo de activos financieros que pasan de mano en mano generando beneficios hasta que alguien hace explotar la burbuja. Cuando alguien grita: ‘el rey camina desnudo’, la pirámide financiera se viene abajo y se comprueba, una y otra vez, que unos pocos se han beneficiado de la mena y dejan la ganga de las pérdidas para todos. Hoy el suelo no vale nada, como tampoco valdrá el fracking apenas se desinfle la burbuja financiera que lo alimenta desde Wall Street”.
A ver, el fracking, como los transgénicos y, básicamente, cualquier propuesta que ponga en tela de juicio las creencias irracionales es polémico. Precisamente en eso consiste el escepticismo: en dejar que las evidencias formen las creencias, en vez de blindar estas frente a lo que digan aquellas.
Todo lo que sabemos sobre el fracking, es que es relativamente seguro y eficiente, con la regulación adecuada. El modelo económico y las tendencias de negocio no cambian eso.
Sugerir algo así no dista mucho de la falacia ad monsantium, según la cual la maldad de los transgénicos radica en el beneficio económico de Monsanto, que ha hecho lobby para conseguir leyes favorables a su negocio. En Laetoli saben esto - ellos publicaron el genial Los productos naturales ¡vaya timo! del también genial JM Mulet, quien dedicó todo un capítulo a despejar las ideas erróneas sobre transgénicos, muchas de ellas surgidas de la creencia de que los transgénicos son malos por ser producidos por multinacionales.
Que grandes multinacionales con prácticas depredadoras usen una tecnología no significa que esa tecnología no funcione o sea un timo. Es como decir que las aspirinas son un timo porque las hace Bayer. Lamento ver que Laetoli se ha montado en esta falacia, un non sequitur.
Ojalá recapaciten y vuelva a ser la "editorial coherente" que fue.
(vía Kata Morales)
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