Esta es una columna de Benjamin Beit-Hallahmi que apareció el Lunes 11 de Abril en The Guardian y considero digna de reproducir:
Aunque en general me parece una descripción positiva -y acertada-, creo que tendremos que trabajar más fuertemente en la felicidad. Yo no sé mis colegas ateos, pero lo que soy yo, a pesar de entender que el mundo a veces puede ser una completa porquería, no estoy dispuesto a dejar de disfrutar mi vida por ello. ¡Es la única que tengo! ¿por qué habría de amargármela? Ni que fuera a irme a una especie de Disneylandia celestial post-mórtem por eso.
Un siglo de investigación ha puesto de manifiesto que los ateos tienden a ser personas cultas, y que los científicos de primera línea son especialmente descreídos.
La pregunta es: ¿Qué puede decir la ciencia sobre el ateísmo?
¿Qué podemos decir acerca de las personas que son ateas o agnósticas, los que no comparten la tendencia común a creer en el mundo de los espíritus y en algunos espíritus que son mayores que los demás y controlan nuestros destinos? Un siglo de investigaciones nos puede servir de guía.
Los que no están afiliados a ninguna religión ha resultado que son personas más jóvenes, en su mayoría varones, con niveles de educación y de renta superior, más de izquierda, pero también menos felices y más alienados de la sociedad más amplia. Estos son hallazgos hechos en EEUU, Australia y Canadá.
Algunos ateos se han criado sin educación religiosa; otros han decidido rechazar lo que se les había enseñado en la infancia. Los que proceden de hogares religiosos y han abandonado la religión han tenido unas relaciones más distantes con sus padres, y son más intelectuales.
La irreligiosidad está correlacionada con una tendencia política más de izquierda, y con el hecho de tener menos prejuicios.
Los estudiantes radicales que formaban parte del Free Speech Movement ("Movimiento Libertad de Expresión") en la Universidad de California, en Berkeley, en 1964 (que dio lugar a las revueltas de los 60 en los campus americanos) tenían mayor probabilidad de proceder de familias identificadas como judías, agnósticas o ateas.
Hace ya tiempo que se demostró que es falso que los ateos sean más inmorales o menos honrados. Los estudios que se han centrado en la disposición a ayudar a los demás, o en la honradez, pusieron de manifiesto que los que destacan son los ateos, no los creyentes. Cuando se trata de violencia y de delitos, se ha comprobado, desde que comenzó la criminología, y a partir de datos sobre la adscripción religiosa de los delincuentes, que las personas no creyentes y no adscritas a ninguna confesión tienen una tasa de delincuencia inferior.
Comenzando en el año 1925, LM Terman y sus colegas estudiaron a 1.528 jóvenes brillantes de California, que tenían un CI superior a 140 y unos 12 años. Se hizo un seguimiento de por vida de miembros de este grupo, y todos ellos resultaron ser no creyentes. Los estudios sobre la religiosidad de los científicos y académicos han mostrado que éstos tienen bajos niveles de religiosidad, y que entre ellos prevalece el ateísmo. Además, los científicos más eminentes son menos religiosos que los demás.
En los años 90 se repitieron los estudios que se habían llevado a cabo en 1914 y en 1933 sobre científicos en ejercicio y científicos eminentes. En primer lugar, una muestra aleatoria extraída de American Men and Women of Science (Hombres y Mujeres Científicos de EEUU) mostró que el 60% eran no creyentes. Luego se envío un cuestionario a 517 miembros de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, concretamente a biólogos, matemáticos, físicos y astrónomos. Muchos miembros de la Academia Nacional de Ciencias son premios Nobel. Respondieron al cuestionario algo más de la mitad.
Los resultados pusieron de manifiesto que el porcentaje de quienes creen en un dios personal representaba, entre los científicos más eminentes, un 27,7% en 1914, un 15% en 1933 y un 7% en 1998. La creencia en la inmortalidad personal era algo superior: el 35,2% en 1914, el 18% en 1933 y el 7,9% en 1998.
Estos hallazgos muestran, en primer lugar, que entre los científicos de primera fila, el proceso de apartarse de la religión ha ido a más, y en segundo lugar, que en EEUU, los científicos más eminentes, entre quienes sólo el 7% cree en un dios personal, van contra corriente de la población general, pues aquí el porcentaje correspondiente es de aproximadamente el 90%.
Podemos concluir que el ateo típico en la sociedad occidental es una persona que tiene mayor probabilidad de ser varón y de educación superior.
¿Se puede hablar de una personalidad atea? Se puede ofrecer un perfil psicológico provisional. Podemos afirmar que los ateos resultan ser menos autoritarios y sugestionables, menos dogmáticos, con menos prejuicios, más tolerantes hacia las demás personas, respetuosos de la Ley, más caritativos, concienzudos y cultos. Son inteligentes, y muchos se dedican a una vida intelectual y académica.
Aunque en general me parece una descripción positiva -y acertada-, creo que tendremos que trabajar más fuertemente en la felicidad. Yo no sé mis colegas ateos, pero lo que soy yo, a pesar de entender que el mundo a veces puede ser una completa porquería, no estoy dispuesto a dejar de disfrutar mi vida por ello. ¡Es la única que tengo! ¿por qué habría de amargármela? Ni que fuera a irme a una especie de Disneylandia celestial post-mórtem por eso.