El lunes escribí una carta a los premios India Catalina explicándoles por qué 970 no es un documental, sugiriendo que recategorizaran la película. Lamentablemente, esa noche ellos confirmaron la nominación.
Antes, Catalina Ruiz-Navarro había publicado una columna apoyando la impostura intelectual de Victoria Solano. No lo mencioné porque tras una seguidilla de columnas del 2014 donde justificaba la discriminación y la intolerancia, poco o nada me interesa lo que ella tenga para decir. Ratifiqué esta opinión ya que, gracias a mi carta, tuit-debatimos hasta que dijo que la verdad era democrática (!) y que ella no era quién para juzgar el fraude de Solano (todavía no me explico qué hace con una columna de opinión alguien que ha renunciado a usar sus facultades críticas). Pensé que el tema quedaría así.
Afortunadamente me equivoqué, ya que Alejandro Chaparro se sumó a la conversación. Chaparro es ingeniero agrónomo y profesor de mejoramiento genético de la Universidad Nacional —tuve la fortuna de conocerlo en un seminario de biotecnología de AgroBio; también lo cité cuando corrigió a Carolina Botero por sus infortunados comentarios antitransgénicos—.
En su intervención, Alejandro aborda la columna de Ruiz-Navarro (¡a quien dice admirar!) y corrige muchas concepciones equivocadas sobre biotecnología en Colombia (para facilitar la lectura insertaré saltos de línea que no están en el original; los quitaré si Alejandro me lo pide):