El domingo 4 de septiembre, el Vaticano canonizó a Agnes Gonxha Bojaxhiu —alias Teresa de Calcuta—. El día anterior, recopilé que algunos medios en inglés habían empezado a fijarse en las críticas a la nueva santa, quien en vida disfrutaba con la pobreza y el sufrimiento ajenos, y tenía cuestionables amistades, entre las que se cuentan estafadores, dictadores y fascistas; ella incluso fundó una orden de misioneras para que siguieran con las prácticas masoquistas que predan de los más débiles y necesitados. Para completar, hizo todo lo que pudo para entrometerse en la política pública de cuanto país podía para oponerse a que se aprobaran medidas que garantizaran los derechos sexuales y reproductivos. El sábado señalé que el único medio en español que había hecho mención a algunas de las críticas a Agnes era el New York Times, con un perfil que hicieron del médico indio Aroup Chatterjee, quien lleva más de dos décadas denunciando estas irregularidades.
Curiosamente, desde entonces, varios medios en español se han hecho eco de los cuestionamientos que desde hace más de 20 años se le han hecho a la monja albanesa. Por ejemplo, El País de España mencionó sus cuestionables amistades: