En 2020 hemos visto una nutrida cantidad de protestas en todo el mundo, por diferentes motivos — algunas han sido pacíficas, pero otras se han caracterizado por disturbios y violencia.
Algunos han justificado la protesta violenta como una expresión legítima de indignación —en casos incluso han recurrido a la minería de citas y tergiversar las palabras de Martin Luther King—, y no ha faltado la sugerencia de que las protestas violentas son una forma de hacer que se escuche a quienes no han sido escuchados cuando protestan por las buenas.
Los datos, sin embargo, no les dan la razón. En 2012, las profesoras Erica Chenoweth y Maria Stephan publicaron el libro Why Civil Resistance Works (Por qué funciona la resistencia civil), en el que tabularon los datos de varios movimientos de resistencia desde 1900 hasta 2006 y el análisis estadístico reveló que la resistencia pacífica es entre dos y tres veces más efectiva que la violenta: