sábado, 26 de octubre de 2024

Alternativas a la barbarie



Una de las desgracias de crecer en Colombia es tener que soportar a las criaturas que constantemente escupen la opinión de que el país necesita una dictadura — una afirmación absolutamente delirante, considerando que el prohibicionismo es la única forma en la que se hace política pública en el país: si un problema no se puede resolver prohibiendo algo, entonces se asume que no se puede resolver. Para completar, el talante consistentemente autoritario de los impresentables que se montan a la Presidencia haría pensar a cualquier observador imparcial que esto es un requisito para el cargo. Básicamente, Colombia nunca está muy lejos de una dictadura.

En cualquier caso, la criatura de turno soltará esa profana opinión —o una semejante— como si fuera la solución a un problema social, real o imaginario: sea la corrupción, la inseguridad, el crimen organizado, las leyes absurdas, la burocracia, o los jóvenes haciendo cosas de jóvenes; traicionando en el proceso que no tiene ni pajolera idea de cómo, en una dictadura, la burocracia, la corrupción, la inseguridad y el crimen organizados campan a sus anchas.

Entre los cursos de acción más aclamados por este tipo de criaturas se encuentran la pena de muerte por corrupción, y la cadena perpetua para violadores de niños (salvo que sean sacerdotes, en cuyo caso, prefieren no hacer nada). Y siempre tienen a la mano la excusa perfecta: algún pretendido bien moral y social, como la defensa del herario, o el memético "¿alguien quiere pensar en los niños?".