Science, uno de los journals científicos más prestigiosos del mundo, acaba de publicar una pastoral sobre el sesgo implícito — esto es, la idea de que todos somos racistas (?), que no nos damos cuenta de que lo somos (??), y todas las potenciales implicaciones que esto tendría, incluyendo la idea de que todas las instituciones son racistas (???), la de que uno puede medir sus niveles de racismo (y otras formas de discriminación) mediante tests de asociación implícita, y hacerse tratar su racismo implícito acudiendo a campamentos de reentranimiento conocidos como "entrenamiento en sesgos". ¡Una pasada, pues!
El artículo, escrito por un tal Rodrigo Pérez Ortega, incluye joyas como:
El IAT [Test de Asociación Implícita] sigue siendo una herramienta estándar para medir el prejuicio implícito, aunque algunos lo han criticado porque hay que realizarlo varias veces para que revele un resultado fiable, ya que las puntuaciones de las personas podrían cambiar cada vez que lo realizan. Incluso cuando los resultados son neutros en cuanto a la raza, la mayoría de los estudios revelan algún tipo de prejuicio inconsciente, como una preferencia no reconocida por determinadas orientaciones sexuales o religiones.Ohh, vaya, esto es un poco embarazoso — resulta que el racismo inconsciente es un mito, que no ha podido ser replicado mediante verificación independiente. Así es, el dichoso sesgo inconsciente no es más que una idea popular y chupiguay más, que se hizo célebre gracias a la crisis de replicación. Un producto de la negligencia en el quehacer científico, nada más.
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LOS CIENTÍFICOS llevan mucho tiempo estudiando diversos tipos de intervenciones que intentan " eliminar" los prejuicios implícitos, pero pocas de ellas han demostrado efectos duraderos. "Existe una sólida base científica en torno al sesgo implícito", afirma [Rachel] Hardeman. Sin embargo, "ahora mismo no existe una pauta de referencia sobre cómo intervenir. Está impreso en nuestros cerebros de formas que lo hacen realmente difícil".
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A continuación, el equipo de UnBIASED utilizó un tipo de inteligencia artificial (IA) conocida como aprendizaje de máquinas para analizar patrones en las grabaciones e identificar señales no verbales que pudieran indicar prejuicios implícitos. En una de las grabaciones que le mostraron a [el Dr. Brian] Wood, éste hablaba con un paciente mientras estaba inclinado hacia delante con los brazos cruzados sobre el escritorio, un lenguaje corporal que le preocupa que pueda haberle hecho parecer cerrado e inaccesible. "Reflexioné sobre la forma en que ese lenguaje corporal podía ser percibido por el paciente", dice. Wood, que espera mejorar su comportamiento, dice que agradece estos comentarios y que está deseando recibir más.
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Conseguir la participación de todos los sistemas sanitarios podría acelerar el proceso. Recientemente, los estados de California, Michigan, Maryland, Minnesota y Washington han aprobado leyes que obligan a los profesionales médicos a recibir formación sobre prejuicios implícitos. Y desde junio de 2022, los médicos de Massachusetts están obligados a recibir formación sobre prejuicios implícitos para obtener una nueva licencia o recertificarse para ejercer.
Y todas las críticas al Test de Asociación Implícita están más que justificadas porque cualquier test que ofrezca resultados salvajemente dispares entre una toma y la siguiente tiene la consistencia de un flan, y al no ser fiable, carece de cualquier validez, y merece ser criticado hasta el agotamiento.
Ahora bien, que haya gente que se dedique a ofrecer soluciones científicas a problemas imaginarios no es algo completamente nuevo, y normalmente no es demasiado alarmante — las personas pueden desperdiciar su tiempo como les plazca, y mientras no dañen a terceros, que lo aprovechen; al fin y al cabo, pocas cosas producen un subidón de dopamina tan bueno como el sesgo de confirmación. Claro, yo no me dejaría tratar por estos profesionales de la salud, pero eso ya va en cada uno. Y que haya políticos aprobando regulaciones absurdas, basados en pseudociencia y la ignorancia, es casi que hasta un requisito del cargo.
Lo que es relativamente nuevo, y no tan ordinario, es que uno de los journals científicos más prestigiosos del mundo, de larga estancia y de alto factor de impacto, decida utilizar su reputación como parangón del conocimiento acumulado mediante la revisión por pares para travestir como verdadero un concepto que falló esa misma revisión que ha dotado de corpulencia el prestigio de Science.
Y no es que las instituciones humanas deban ser infalibles. Estoy seguro que esta no será la última vez que Science meterá la pata, como de seguro también lo harán los otros journals de gran prestigio. Aquí el punto es doble: el primero, es que no parece que los journals científicos hayan establecido salvaguardas para prevenir capturas ideológicas por parte de doctrinas populares, lo que los hace vulnerables a estar publicando constantemente basura alineada con la ortodoxia de turno... como vimos que durante toda su historia lleva haciendo Nature, la competencia de Science.
El segundo punto es que no parece ser casualidad que la anticiencia promovida en Nature hoy en día se encuentre ideológicamente alineada con la pseudociencia promovida en Science. No creo que en este momento ninguno de los dos journals esté condenado de manera irredimible, pero sí se va haciendo tarde para corregir el curso, so pena de que cada vez se vuelva más difícil identificar lo que es verdadera ciencia de lo que es propaganda ideológica. ¿Y cómo vamos a saberlo exactamente, si las instituciones encargadas de dirimir entre lo que es verdadero y lo que es falso parecen estar abdicando voluntariamente su deber fiduciario en favor del fervor religioso que confiere la sensación de superioridad moral?
Bueno, por lo menos todos seremos
(vía Why Evolution Is True | imagen: Science)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio | Síguenos o apóyanos en Patreon para no perderte las próximas publicaciones