Desde que apareció en escena, el reggaetón ha sido criticado por muchísimas razones —unas más válidas que otras— e, incluso, se ha llegado a intentar censurarlo con las patéticas excusas de siempre (que los niños, que el sexo es malo, que las buenas costumbres, etc.)
Pero quizá, quienes más éxito han tenido en la satanización del género han sido los posmodernos, que insisten que el género (musical) es sexista por lo que en muchas de sus letras se encuentran afirmaciones directamente machistas o porque en ellas el cantante relata lo que le gustaría hacer en la cama con su(s) objeto(s) de deseo.
A mí, la acusación de machismo hacia el reggaetón siempre me ha parecido sospechosa, porque hay muchos factores que pueden influir en el resultado final de las letras, como el ritmo, la inspiración del artista, la identidad de la canción y el uso de figuras retóricas en la composición. Sin embargo, lo que más me parece sospechoso es que, aunque se ha singularizado al reggaetón, este tipo de infracciones a la corrección política se encuentran en cualquier género, aunque nadie esté poniendo el grito en el cielo por esto mismo.