Como hay temas que no manejo casi nada, como los deportes y la farándula, principalmente porque no me interesan, puede que a veces se me pasen casos de discriminación y de abusos en los camerinos y tras bastidores (aunque si me preguntan mi opinión y me exponen el caso, puede que escriba sobre el tema).
Por ejemplo, la columna de esta semana del periodista deportivo Antonio Casale pone de manifiesto la violación de los derechos fundamentales de los jugadores de fútbol del país:
Los motivos por los que tomaron esa decisión en la selección de Brasil también son desconcertantes:
¿Y dónde queda la libertad religiosa y de culto? ¿Qué con respetar a los que no creen?
Casale, a pesar de suscribir la superstición católica, consigue definir muy bien el problema religioso e identifica su semilla - el desprecio al diferente:
Yo no me creo ni por un segundo que todos los jugadores de fútbol de Colombia sean católicos.
Ese solo motivo sería suficiente para prohibir la oración en las canchas - que cada quien crea en lo que quiera y que eso no sea motivo de discriminación.
Por ejemplo, la columna de esta semana del periodista deportivo Antonio Casale pone de manifiesto la violación de los derechos fundamentales de los jugadores de fútbol del país:
En Millos, por ejemplo, al terminar un partido, sea cual sea el resultado, los jugadores se reúnen en círculo para rezar y agradecer al Altísimo, sin importar el resultado. Me pregunto si todos los jugadores están conectados con el Señor, o si algunos lo hacen solamente por hacer parte, literalmente, del equipo.
Mientras en Millonarios esto sucede con el beneplácito del cuerpo técnico, donde consideran que es una manera de mantener unido al grupo espiritualmente, en Brasil acaban de prohibir tales manifestaciones, al menos en las selecciones que representan al país.
Los motivos por los que tomaron esa decisión en la selección de Brasil también son desconcertantes:
Su principal argumento es que una de las razones para el fracaso en el Mundial de Sudáfrica fue el elemento distractor que significaron los círculos de oración liderados por Jorginho, asistente de Dunga, en los cuales jugadores claves como Kaká, Felipe Mello y Lucio dedicaban más horas a estos oficios que a concentrarse de cara a la competencia deportiva.
¿Y dónde queda la libertad religiosa y de culto? ¿Qué con respetar a los que no creen?
Casale, a pesar de suscribir la superstición católica, consigue definir muy bien el problema religioso e identifica su semilla - el desprecio al diferente:
No me gustaría tener que asistir todas las mañanas, al llegar a mi oficina, a un grupo de oración, sólo para que no me califiquen de ser “el diferente del grupo”.
Yo no me creo ni por un segundo que todos los jugadores de fútbol de Colombia sean católicos.
Ese solo motivo sería suficiente para prohibir la oración en las canchas - que cada quien crea en lo que quiera y que eso no sea motivo de discriminación.
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