Ya he explicado por qué no soy agnóstico y la falsa dicotomía saber-creer que suelen esgrimir algunos agnósticos.
Otro argumento agnóstico suele ser el de que es posible (aunque improbable) que dios exista. En este caso, me parece esencial señalar la diferencia entre posibilidad y plausibilidad, que arroja luces sobre el tema:
Hay infinidad de cosas que pueden ser posibles, pero no tantas que puedan llegar a ser plausibles. La diferencia es importante. Según la Real Academia de la Lengua, «posible» es todo aquello que puede ser o suceder. Con nuestros conocimientos actuales, prácticamente cualquier cosa que se nos ocurra es posible, siempre que no viole las leyes de la física. Y aún así, podríamos especular con la existencia de zonas desconocidas de nuestro universo o de otros universos paralelos donde las leyes físicas que conocemos no operen de la misma forma.
Resulta pues posible la existencia de civilizaciones extraterrestres formadas por hongos inteligentes a millones de años luz de nosotros, canales energéticos indetectables y manipulables por oscuros iniciados en un arte sanatorio milenario, diseñadores inteligentes que programaron las condiciones idóneas para que surgiera y evolucionara la vida, o todo un universo inobservable de espíritus energéticos hacia donde se dirige nuestra consciencia trasmutada después de morir ¿por qué no?
Cualquier cosa sobre la que no podamos demostrar inequívocamente su inexistencia es posible. Sin necesidad de salir de nuestra propia realidad, sería posible la existencia del monstruo del Lago Ness, de Godzilla y hasta de Supermán. Que jamás los hayamos visto y que no haya ni una sola prueba de ellos no demuestra su inexistencia. Sin embargo, a nadie se le ocurriría enseñar Nessiología, Godzillología o Antropología de Kriptón en una universidad, gastar millones de dólares en blindar la costa asiática ante posibles ataques del lagarto gigante o dedicar subvenciones millonarias a fabricar kriptonita por si acaso el superhombre de la capa roja invierte repentinamente sus valores morales.
Y no lo hacemos por mera utilidad. Posiblemente obtendremos mayor beneficio si protegemos el sudeste asiático frente a terremotos, maremotos y tifones que frente a Godzilla. Cabe esperar que salvemos más vidas investigando remedios contra el SIDA o contra el cáncer que sintetizando kriptonita. Se trata de una simple cuestión de probabilidad. No todo lo posible es igual de probable o, dicho de otra forma, no todo lo posible es plausible.
Volviendo a la RAE, plausible significa «atendible, admisible, recomendable» (además de merecedor de aplausos, que es su primera acepción). Obviamente, no todas las posibilidades son igual de admisibles o dignas de atención y en un sistema donde los recursos son limitados, las prioridades deben tomarse precisamente en función de estas consideraciones probabilísticas.
La posibilidad sola no hace nada en favor de lo aceptable o rechazable de una afirmación. Todo es posible, es posible que dios exista, pero es altamente improbable, hasta el punto en que se vuelve implausible. Es ahí, donde ser agnóstico se vuelve irracional.
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