Las ventajas de la quinua se las sabe cualquier vegano de memoria, sin embargo, la popularidad de este alimento también trae consecuencias negativas.
Nos explica Mauricio-José Schwarz:
"El apetito por este grano de países como el nuestro", dice Joanna hablando del Reino Unido, claro, "ha disparado los precios en tal medida que los más pobres de Perú y Bolivia, para quienes fue alguna vez un alimento básico nutritivo, ya no pueden permitirse comerlo. La comida basura importada es más barata. En Lima, la quinua ahora cuesta más que el pollo."
El precio original de la quinua, de hecho, se triplicó entre 2008 y 2010, pasando de 1.100 dólares la tonelada a 3.000. La inasequibilidad de la quinua no es un delirio de alguna periodista británica probablemente pagada por algún cartel de malvados de ésos que se invocan para evitar cualquier argumento más o menos razonable y basado en hechos. Por estos mismos días, han levantado la voz de alarma diarios como La República, mientras que asociaciones peruanas de pequeños empresarios como Pymex han acentuado que los largos y costosos procesos de certificación "ecológica" u "orgánica" ayudan a inflar los precios del grano que en 2006 era la forma más barata de comer en Los Andes.
En Bolivia, el precio por quintal (algo más de 46 kg) subió de 280 a 800 bolivianos, es decir, de 29 a 84 euros. Esto se traduce en 1,82€ o 2,42 dólares el kilo, un precio inalcanzable para el 26% de los bolivianos que viven con menos de 1 dólar al día.
Otro aspecto en el que el éxito de la quinua ha resultado indeseable es que los campesinos se ven animados a abandonar sus cultivos variados y dedicarse a esta planta como monocultivo para saciar a occidente, al menos mientras dure la temporada de la quinua (que tuvo como predecesora notable, curiosamente, a otra planta de su misma familia, el amaranto, que era el alimento milagro de los años 90).
Este mecanismo no es nuevo por desgracia en los países más desfavorecidos. Grandes extensiones de tierra se emplean en África para producir alimentos "orgánicos" de alto precio de venta en Europa, dejando de lado las posibilidades de tener alguna seguridad alimentaria para millones de africanos, que se ven reducidos a una agricultura miseria de subsistencia, sin ninguna herramienta tecnológica que les permita mejorar sus rendimientos
No es por explotarle la burbuja a los promotores de los productos 'naturales', pero no hay soluciones mágicas y mucho menos existen aquellas que se ajusten a su opulento estilo de vida, con el que le quitan la comida a los ciudadanos del Tercer Mundo, a quienes pretenden representar y defender.
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