Comentando sobre el Mira, Alfredo Molano explica que en Colombia la política siempre ha estado envenenada por la religión:
Nada tiene de raro, entonces, que Colombia sea la pocilga teocrática que es.
(vía Alejandro)
La llamada con tanto orgullo cultura hispanoamericana es hija de la cruz y de la espada. Todo el siglo XIX estuvo atravesado por guerras civiles y levantamientos armados en cuyo centro estaba la relación de la Iglesia con el Estado. El Partido Conservador reclamaba a Cristo y a Bolívar como miembros de su cuerpo y salía a la guerra atrincherado en los estandartes de la Virgen de Chiquinquirá, que —hay que recordarlo— los liberales también levantaban. Hay miles de muertos detrás de la pelea por el preámbulo de nuestras constituciones, incluida la actual. La basílica del Voto Nacional fue construida para darle gracias a Dios por el triunfo católico en la Guerra de los Mil Días. Durante la Hegemonía Conservadora (1902-1930), el arzobispo de Bogotá era el verdadero elector del presidente de la República. En la Violencia de los 50 las tropas chulavitas amarraban escapularios de la Virgen del Carmen en las boquillas de los fusiles. Los liberales no eran menos fanáticos; la diferencia con los godos —como se dijo— era que los rojos iban a la misa de 5 de la mañana y no a la de las 12 del día. En fin, esa relación ha sido el hilo con que hemos tejido nuestra historia.
Nada tiene de raro, entonces, que Colombia sea la pocilga teocrática que es.
(vía Alejandro)
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