Creo que es muy complicado expresar con pocas palabras una posición sensata, clara y racional sobre los ataques de Anders Behring Breivik.
Sin embargo, creo que Kenan Malik lo hace muy bien:
Me ha caído bien Malik. Yo también abogo por la diversidad y precisamente de ahí nace mi oposición al multiculturalismo.
Sin embargo, creo que Kenan Malik lo hace muy bien:
Era inevitable tal vez que la campaña criminal de Anders Behring Breivik a través de Oslo y Utøya, que dejó 77 personas muertas, en primer lugar se hubiera presentado como un complot islamista. Para algunos, cualquier forma de terrorismo está marcada como "musulmana" y no desean ver más allá. La ironía, sin embargo, no es sólo que el odio de Breivik contra el islam condujo a un horror que muchos tomaron como islámico, pero también que nada se parece más a la forma de pensar de Breivik como la de un yihadista islamista.
Tanto los yihadistas como Breivik parecen impulsados no tanto por la ideología política como por una búsqueda desesperada y perversa de identidad, una búsqueda formada con el sentimiento de paranoia cultural, un empalagoso, autocompasivo y claustrofóbico victimismo. Los islamistas quieren resucitar un "auténtico" islam que nunca existió en primer lugar y hacer cumplir esa identidad a todos los musulmanes. Breivik de manera similar quiere establecer una auténtica Europa cristiana que nunca ha existido, limpia de contaminación musulmana. Su uso del símbolo de la cruz roja de los Caballeros Templarios sugiere un cristianismo aprendido de las páginas de Dan Brown.
Todo esto hace irónico el asalto de Breivik contra el multiculturalismo. El multiculturalismo en los últimos años llega a tener dos significados que muy rara vez se distinguen. Se refiere a una sociedad hecha diversa por la inmigración masiva. También se refiere a las medidas políticas necesarias para manejar esta diversidad. El problema con estas políticas es que, al forzar a la gente en cuadros étnicos y culturales, socavan la mayor parte de lo que es valioso de la diversidad y debilitan la idea de una ciudadanía común.
Durante mucho tiempo he sido un defensor de la diversidad pero un crítico del multiculturalismo. Breivik, por otra parte, se opone a la diversidad, precisamente porque quiere poner a gente en cuadros culturales. La ironía es que a pesar de su odio hacia el multiculturalismo, la creencia de Breivik en el "choque de civilizaciones" se basa en nociones de diferencia cultural e identidad no muy ajenas a aquellos que animan a muchas de las políticas multiculturales. En esto, también, revela su similitud con los yihadistas islámicos.
Tal vez la similitud más importante entre Breivik y los yihadistas es que ambos desprecian la idea de una sociedad abierta, liberal, formada mediante el debate, el diálogo y el choque de los diversos valores y creencias y la susceptibilidad al cambio. Por eso es importante no escuchar al creciente coro de voces que sugieren que la principal lección que debemos aprender del terror de Breivik es que Noruega se ha vuelto una nación demasiado abierta, demasiado liberal y demasiado tolerante, demasiado floja en su seguridad, demasiado carente de preparación para horrores como este.
En los últimos diez años, la respuesta al yihadismo islámico en Gran Bretaña, Estados Unidos y en otros lugares ha sido formada por una sensación de miedo y pánico que ha hecho que sea mucho más fácil para las autoridades aumentar la vigilancia, ampliar las facultades de la policía y erosionar la libertad de expresión. La guerra contra el terrorismo ha dado lugar a este tipo de abominaciones como la Bahía de Guantánamo, la "rendición extraordinaria" y la tortura. Pisoteando las libertades fundamentales de esta manera los líderes occidentales han hecho en efecto el trabajo de los terroristas por ellos.
No debe permitirse que suceda lo mismo en respuesta a Breivik. Al igual que la derecha ha avivado los temores acerca de la "toma del poder musulmán" de Occidente y de la creación de "Eurabia", muchos en la izquierda están ahora promoviendo la alarma sobre la intención de una red neo-fascista de sembrar el terror. No hay, de hecho, ninguna prueba de que Breivik fuera parte de ninguna conspiración que involucre a grupos neofascistas. Tampoco existe aún evidencia de que este tipo de ataques como el de Breivik estén vinculados a la fuerza de la ideología de extrema derecha. Tenemos que cuestionar el neo-fascismo y la intolerancia anti-musulmana, al igual que necesitamos desafiar el islamismo. Pero en ambos casos también es necesario que mantengamos un sentido de perspectiva sobre la naturaleza de la amenaza.
Me ha caído bien Malik. Yo también abogo por la diversidad y precisamente de ahí nace mi oposición al multiculturalismo.
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