Alguna vez me dijeron que Rafael Pombo, el gran poeta colombiano, creador de Rinrin Renacuajo, La pobre viejecita y Simón el bobito, había tenido ideas en abierta oposición a las de la religión organizada.
Traté de buscar más información al respecto pero no pude hallar nada que me arrojara más luces al respecto, hasta que me crucé con una columna de José Fernando Isaza:
Luis H. Aristizabal, crítico y escritor, ofrece una explicación de lo que pasó:
De hecho, en La hora de las tinieblas, Pombo le hizo una serie de preguntas a dios que a esta hora sigue sin respuesta:
Normalmente se refieren a Rafael Pombo como el poeta de los niños, pero creo que esto es completamente equivocado. Pombo fue el poeta para las mentes abiertas y dispuestas a pensar por sí mismas. Librepensador, blasfemo y ateo (o agnóstico), Pombo fue de los nuestros. Y este es su año.
Traté de buscar más información al respecto pero no pude hallar nada que me arrojara más luces al respecto, hasta que me crucé con una columna de José Fernando Isaza:
Su obra de mayor significación es la Hora de tinieblas. Andrés Holguín la califica como el poema más filosófico y hondamente blasfemo del siglo XIX.
Es la imprecación a Dios en un lenguaje volteriano por la injusticia, el dolor, la culpa por pecados no cometidos. La primera edición la escribió a los 22 años. No fue un episodio aislado de juventud; años más tarde la revisó y mantuvo su tono agnóstico de librepensador o de claramente ateo.
Hay estrofas en las cuales se dibuja el rechazo a un Dios con poder superior al hombre: “¿Quién te hizo Dios? / ¿Por qué dí / cómo, dónde y cuándo vino / privilegio tan leonino corresponderte a ti? / ¿Por qué no me tocó a mí / ese poder de poderes?”.
El dogma católico del pecado original es demolido con versos del siguiente tenor: “¡Oh, Adán! ¿Cuándo estuve en ti? / ¿Quién te dio mi alma y mi pecho / quién te concedió el derecho / de que pecaras por mí?”.
Adelantándose varios años a los existencialistas, se preguntaba y contestaba sobre el no valor de la vida: “¿Por qué vine yo a nacer? / ¿quién a padecer me obliga? / ¿quién dio esa ley enemiga / de ser para padecer? / ¿Si en la nada estaba yo / porqué salí de la nada?”.
Luis H. Aristizabal, crítico y escritor, ofrece una explicación de lo que pasó:
Sus poemas ‘adultos’ son no solamente mejores sino mucho más importantes que los infantiles. No sé si consciente o inconscientemente, el ‘pensamiento correcto’ aisló al poeta ateo o agnóstico del conocimiento público: les enseñaron a los niños los poemas infantiles y en adelante el resto fue olvidado.
De hecho, en La hora de las tinieblas, Pombo le hizo una serie de preguntas a dios que a esta hora sigue sin respuesta:
“¿Por qué estoy en donde estoy/con esta vida que tengo/sin saber de dónde vengo/sin saber a dónde voy”. Y en Noche de diciembre llega a ser, si se quiere, hasta erótico: “¡Rito imponente! Ahuyéntase el pecado/y hasta su sombra. El rayo de esta luz/te transfigura en ángel. Nuestra dicha/Toca al fin su solemne plenitud”.
Normalmente se refieren a Rafael Pombo como el poeta de los niños, pero creo que esto es completamente equivocado. Pombo fue el poeta para las mentes abiertas y dispuestas a pensar por sí mismas. Librepensador, blasfemo y ateo (o agnóstico), Pombo fue de los nuestros. Y este es su año.
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