Con frecuencia uno suele escuchar "que la juventud de ahora", que "antes las cosas eran mejores", que esto o aquello como invocando una especie de nostálgico pasado idílico, impoluto y apolíneo, que suele ser y/o venir acompañado de una crítica a la actualidad.
Por lo general suelo responder con frases del tipo: "Claro, que vuelvan a prohibirle el voto a las mujeres, que la riqueza deje de redistribuirse y que lo que cada quien haga con sus órganos sexuales siga siendo motivo para juzgarlo como persona". Pero esta vez no. Ahora los datos me apoyan:
Pero y entonces ¿por qué se tiene esta noción de que todo tiempo pasado fue mejor?
Eso, por supuesto no va a detener a los enemigos de la modernidad y el progreso:
Por si fuera poco, Steven Pinker en su nuevo libro, The Better Angels of our Nature, también hace énfasis en estos datos:
Creo que es hora de aplicar los cambios correspondientes a los quejumbrosos dichos nostálgicos.
Por lo general suelo responder con frases del tipo: "Claro, que vuelvan a prohibirle el voto a las mujeres, que la riqueza deje de redistribuirse y que lo que cada quien haga con sus órganos sexuales siga siendo motivo para juzgarlo como persona". Pero esta vez no. Ahora los datos me apoyan:
Como puede observarse, la violencia en las guerras no ha dejado de reducirse, década tras década, hasta alcanzar su mínimo en los albores del siglo XXI. Es más, con bastante probabilidad la década actual sea aún más pacífica (menos violenta, si prefieren) que la pasada.
Pero y entonces ¿por qué se tiene esta noción de que todo tiempo pasado fue mejor?
Si abrimos el periódico o encendemos la TV nos llevaremos la impresión de que vivimos en un período singularmente violento de la historia: guerras en Oriente Medio, disturbios en Londres y en Chile, terrorismo en Pakistán, crimen fuera de control en México, hambrunas en el cuerno de África…Por supuesto, se trata de un error de percepción, una tremenda disonancia cognitiva que tiene que ver con la longitud del foco: estamos demasiado cerca de la actualidad para poderla situarla en su justo contexto.
Por eso no viene de más hacer zoom y proceder al recuento de bajas, como hace el Human Security Report y de cuyo último informe (2010) extraigo el gráfico que ilustra este artículo. En él se contabilizan el número de fallecidos en conflictos armados desde el final de la II Guerra Mundial.
Eso, por supuesto no va a detener a los enemigos de la modernidad y el progreso:
Los escépticos y los apocalípticos podrán aducir que la violencia se ha trasladado del campo de batalla a las calles, que el terrorismo y el crimen organizado son las plagas que toman hoy el relevo de la guerra en la cuadrilla de Jinetes del Apocalipsis. Error: según ha documentado el criminólogo Manuel Eisner, las tasas de homicidio en los países en los que existen datos (occidente, principalmente) no han dejado de reducirse continua y progresivamente desde la Edad Media hasta la actualidad....
Otra afirmación muy extendida en torno a la guerra es que el porcentaje de víctimas civiles es cada vez mayor. Foreign Policy desmitifica este dato: el porcentaje de civiles muertos (50/50) en guerras se ha mantenido casi invariable desde hace siglos. La diferencia es que la asistencia a las víctimas es ahora mucho mayor que en el pasado, de modo que “las guerras se han vuelto más humanitarias”.
Por si fuera poco, Steven Pinker en su nuevo libro, The Better Angels of our Nature, también hace énfasis en estos datos:
Ahora que los científicos sociales han empezado a contar los cuerpos en distintos períodos históricos han descubierto que el revés de la teoría romántica: lejos de hacernos más violentos, hay algo en la modernidad y sus instituciones culturales que nos han hecho más nobles.
Creo que es hora de aplicar los cambios correspondientes a los quejumbrosos dichos nostálgicos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.