El año pasado, el ciudadano noruego Rolf Erik Eikemo murió de cáncer. Antes de morir, Eikemo accedió a participar en un experimento para el programa de televisión Folkeopplysningen.
Los editores del programa le pidieron que escribiera un mensaje secreto en un papel, que lo metiera en un sobre, sellara el sobre y lo pusiera en una caja fuerte — tras su muerte, psíquicos de todo el mundo dijeron poder ver la nota por medios paranormales o comunicarse con el difunto para averiguar la frase — de los más de 2.000 psíquicos que participaron, ninguno adivinó lo que había escrito Eikemo:
Muchos creyeron que Eikemo había escrito una despedida para sus seres queridos y otros tantos apostaron por algún mensaje cliché buenrollista tipo autor-ayuda, pero no.
La frase de Eikemo era mucho más mundana que eso — una referencia a un episodio de la II Guerra Mundial:
Dos aviones Messerschmitt ME 110 vuelan sobre Gandsfjord el 9 de abril, orilla oeste, y disparan al aeropuerto de Sola.
En una entrevista, poco antes de morir, Eikemo señaló que la ilusión de que hay vida después de la muerte se usa para aprovecharse de los los seres queridos de los difuntos, y que le gustaría demostrar que eso está mal. Sobra decir que lo demostró con creces.
(vía Friendly Atheist)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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