Esta semana el Gobierno por fin presentó la Reforma Tributaria — en cuanto a los temas que conciernen a esta página, hay noticias malas y no tan malas:
Un caso es el del impuesto de 300 pesos por litro a bebidas azucaradas, que no solo incluyen gaseosas sino maltas, bebidas energizantes, jugos con azúcar añadido, aguas endulzadas, otras bebidas saborizadas (como los tés helados, si incluyen azúcar o edulcorantes) y los polvos y concentrados para hacerlas directamente. Eso no solo molesta a las embotelladoras sino a otras empresas de bebidas (desde Bavaria por Pony Malta hasta La Constancia por sus néctares), sino a los azucareros y los productores o importadores de edulcorantes que no sean cero calorías.
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Uno más es que se triplica impuesto a los cigarrillos, que es de los departamento y pasaría de 700 a 2.100 pesos por cajetilla, lo que podría golpear las ventas de la British American Tobacco y la Phillip Morris.
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[C]ambia el funcionamiento del régimen especial de esas entidades por el que hoy pagan impuesto de renta más bajo, del 20 por ciento, cuando cumplan unas condiciones bastante laxas.
La reforma hace que esas entidades, las cajas de compensación, sociedades de alcohólicos anónimos y congregaciones de cultos y religiones reconocidas por el Ministerio de Interior, en principio no tengan ese régimen y por lo tanto les toque tributar como empresas.
Deja abierta la puerta para que accedan al régimen si se lo piden a la Dian que las meta en ese régimen especial, demuestren que tiene un objeto social de interés general según unas categorías establecidos y bastante reducidas, y que por ningún camino le devuelvan a quienes las crean lo que aportaron ni les distribuyan los excedente de su funcionamiento.
Para eso serán publicadas en la web, con el fin de que los ciudadanos comenten si ven algo irregular, y deberán registrarse en las cámaras de comercio, lo que debería dar más transparencia.
Además pone límites a lo que pueden gastar en sus directivos o a lo que le pueden contratar a familiares o empresas de familiares de ellos, permite sacar entidades del régimen especial cuando sus directivos sean condenados penalmente por corrupción o les declaren la caducidad de un contrato público, y establece sanciones por abusar de esas entidades.
Y segundo, hoy quienes le donen a esas entidades puede restar de su declaración de renta toda la donación; ahora solo podrán deducir el 20 por ciento de lo donado, lo que mantiene algún incentivo a ayudarles pero mucho menor.
Aún cuando el impuesto a bebidas azucaradas es una arbitrariedad injustificable, el Gobierno decidió que está muy bien que el Estado se entrometa en las decisiones de los ciudadanos y su consumo de carbohidratos... pero sólo los que son fáciles de satanizar, pues las galletas, la panela, el vino, el pan o el arroz, quedaron libres del impuesto. Lo que es peor es que hagan esto en nombre de "nuestra salud", pues nos podemos atiborrar de helados y paletas, sin pagar más en impuestos, e igual incrementamos el consumo de azúcar.
Algo por el estilo ocurre con el cigarrillo: a mí no me importan sus ventas, pero la intromisión estatal en las decisiones individuales es completamente atroz — y eso no quiere decir que el Estado no debería hacer nada. El Estado puede, y debería, hacer campañas educativas, informando objetivamente y basado en la mejor evidencia disponible sobre los riesgos del tabaquismo. Pero estas tácticas del miedo (muy à la absurda campaña de la "mata que mata") son inaceptables.
Y cuando pensaba que el gobierno de Juan Manuel Santos estaba completamente sometido a los filofascistas designios de los cristianos, resulta que no (tanto). Por supuesto, habría sido ideal que le empezaran a cobrar impuestos a las iglesias, algo que no incluye esta reforma... pero a falta de panes buenas son tortas. Ahora las iglesias tendrán que aplicar para el régimen especial y pueden ser expulsadas si incumplen las reglas — los ateos simplemente tenemos que estar pendientes y denunciarlas cada vez que cometan algún exceso, que es un estado de cosas preferible a como estaban antes de la reforma.
En un tono algo más informal, la subida del IVA me cae como una patada al hígado con Dr. Martens con punta de acero. Las justificaciones de esta medida siempre están a la orden del día, normalmente señalando que hay países en donde los impuestos son sustancialmente más altos. Pero es que en esos países la gente paga esos impuestos sabiendo que se van a usar para lo que son. En Colombia, los impuestos se los come la corrupción y, en mi humilde opinión, incrementar la tributación en vez de combatir la corrupción es una receta para el fracaso, y una injusticia de proporciones galácticas con la ciudadanía.
En todo caso, quedan menos de dos meses para que los zánganos aprueben el texto. A ver qué micos le meten.
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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