Finalmente fui a la 24a (vigésimo cuarta) Feria del Libro.
Abundan los libros de autor-ayuda y no miento al afirmar que las Ferias del Libro de Bogotá son como los presidentes de Colombia: cada una es peor que la anterior.
Entre tanta sandez, hubo un libro que me llamó especialmente la atención:
¿Cómo atendería un monje a sus clientes?
Yo sé la respuesta:
Si el cliente fuera un Shugden, lo perseguiría, le quemaría sus libros y destruiría su casa.
Si fuera una mujer, la mantendría en la completa inopia, la asustaría con cuentos sobre fantasmas y demonios.
Si fuera un tibetano de segunda (o tercera, o cuarta, o quinta clase), lo ignoraría olímpicamente.
Si fuera un tibetano opositor, le sacaría los ojos.
Si fuera un chino, llamaría a los paramilitares tibetanos que se refugian en el ejército indio o a sus amigos de la CIA para que lo eliminen.
Es increíble que Sergio Almeida, el autor del libro, se demore 144 páginas en responder lo que yo me demoré cinco pequeños párrafos.
Abundan los libros de autor-ayuda y no miento al afirmar que las Ferias del Libro de Bogotá son como los presidentes de Colombia: cada una es peor que la anterior.
Entre tanta sandez, hubo un libro que me llamó especialmente la atención:
¿Cómo atendería un monje a sus clientes?
Yo sé la respuesta:
Si el cliente fuera un Shugden, lo perseguiría, le quemaría sus libros y destruiría su casa.
Si fuera una mujer, la mantendría en la completa inopia, la asustaría con cuentos sobre fantasmas y demonios.
Si fuera un tibetano de segunda (o tercera, o cuarta, o quinta clase), lo ignoraría olímpicamente.
Si fuera un tibetano opositor, le sacaría los ojos.
Si fuera un chino, llamaría a los paramilitares tibetanos que se refugian en el ejército indio o a sus amigos de la CIA para que lo eliminen.
Es increíble que Sergio Almeida, el autor del libro, se demore 144 páginas en responder lo que yo me demoré cinco pequeños párrafos.
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