Rescato esta perla sobre el suicidio de Mauricio-José Schwarz:
No creo que exista "el suicidio" como tal, sino que hay muchas circunstancias distintas, contextos, momentos y formas en que alguien decide que no desea continuar viviendo. En algunos casos es el ejercicio de la libertad del individuo y en otros no. No es comparable el suicidio de quien a los 95 años decide que no quiere sufrir tres meses de dolores horribles para luego morir ineluctablemente que quien a los 16 años se quita la vida porque sus padres no le entienden o porque se le fue la novia o el novio.
En principio creo que todos tenemos el derecho de decidir sobre nuestras vidas, sobre cómo vivirlas y por cuánto tiempo y en qué condiciones. Pero cuando la decisión está contaminada por depresión, manipulación (como la manipulación religiosa que lleva a una persona por lo demás normal a ponerse un chaleco explosivo e ir a matar a 20 inocentes), ignorancia y otros condicionantes, no existe una verdadera libertad que se esté ejerciendo, y en tales casos es responsabilidad de quienes quieren a la persona, y de la sociedad toda, impedir el suicidio hasta que al menos la persona esté emocionalmente bien (dentro de lo que cabe), informada y liberada de la manipulación. Si aún entonces persiste en su deseo de dejar de vivir, debe tener acceso a formas de conseguirlo rápidas, eficaces y sin dolor.
Especialmente en casos de personas desahuciadas, por cáncer, cuadripléjicas o víctimas de otros dolores o incapacidades graves, obligarlos a mantenerse vivos y a sufrir es una crueldad que sólo puede hacer feliz a alguien tan atrozmente retorcido como los religionistas fundamentalistas, esas personas a las que la felicidad les provoca miedo y rechazo y el dolor y el sufrimiento los llenan de júbilo (por cierto, creo que eso es una definición de alguna psicopatología grave).
Por eso me gustan ciertas legislaciones sobre suicidio (asistido), porque buscan tener la certeza de que el suicida está actuando con pleno conocimiento de causa, en pleno uso de sus facultades mentales (como suele decirse), sin graves trastornos emocionales y como resultado de una reflexión y no de un arrebato momentáneo.
Por supuesto, dado que creo que esta vida es la única que tenemos, creo que no debe ser trivial el acabar con ella. No hay reencarnación, no hay premio o castigo en el mundo de las hadas, hay una serie de procesos fisiológicos que terminan y con ellos lo que llamamos nuestra personalidad, que es absolutamente irrepetible. La vida personalmente me parece sagrada en ese sentido, y por tanto todas las vidas humanas deben ser cuidadas con dedicación por todos los demás seres humanos. Por lo mismo, si alguien quiere matarse, que lo haga sin llevarse a otros por delante, dejando muy claro que ha sido su decisión y responsabilidad para que realmente no se culpe a nadie más de su muerte, y tratando de no dejar demasiado qué limpiar a los que quedan tratando de disfrutar sus vidas, duras o no.
(imagen: House has nothing on me via photopin (license))
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