En julio de 2018, dos enfermeras de Samoa mezclaron por error la vacuna triple vírica con un relajante muscular que había expirado, en vez de mezclarla con agua — la mezcla causó la muerte de dos niños; las enfermeras se declararon
culpables de homicidio y actualmente están cumpliendo sendas sentencias de cinco años. Las trágicas muertes de los infantes, además, sirvieron para instigar el miedo a la vacuna, y las tasas de vacunación en la isla se
desplomaron al 31%.
Desde entonces, el virus del sarampión se ha expandido por todo el país y en noviembre de este año se
declaró un estado de emergencia, pues el asunto se convirtió en una epidemia: hasta la fecha van 53 muertes confirmadas —de las cuales, 52 eran menores de 20 años— y los ciudadanos infectados
superan los 3500, que es aproximadamente el 2% de la población.
El lunes de esta semana, el Primer Ministro de Samoa,
Tuilaepa Lupesoliai Sailele Malielegaoi,
anunció que el jueves 5 y viernes 6 de diciembre, el Gobierno de la isla cerrará por completo para enfocarse de lleno en la campaña de vacunación. Hasta el momento, el Ministerio de Salud de la isla ha vacunado a más de 58.000 ciudadanos.
Los que dicen que las creencias irracionales son inofensivas, que se lo digan a los 52 padres que han perdido a sus hijos por el miedo a las vacunas. O a los 3700 samoanos que en este momento padecen fiebres y sarpullidos que podrían haber sido evitados.
(imagen:
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Publicado en
De Avanzada por
David Osorio