Lo primero que leí de Fernando Vallejo fue La puta de Babilonia. Me gustó. Luego vi La virgen de los sicarios y empecé a considerar a Vallejo como un hábil escritor pero cuya hipocresía empezaba a molestarme. (¿Cómo es que él viola niños -o los prostituye- y luego va y le critica a la Iglesia su versión de "dejar que los niños se acerquen a mí"?). Eso, además de su desprecio nihilista por la vida humana, en lo que también da gigantescas muestras hipocresía. ¿Cómo es que ataca a los terroristas por asesinos, pero considera que la vida es un crímen?
Lo que terminó de generar mi animadversión hacia el escritor, es su postura marcadamente ignorante, iletrada y anticientífica, desde la cual ataca a los máximos pensadores que ha generado la humanidad. Al respecto creo que el tema es abordado magistralmente por dos personas cuyas opiniones se han ganado mi respeto.
El primero es Mauricio-José Schwarz, cuando responde qué piensa de Vallejo por su Manualito de imposturología física:
En ese mismo sentido, Klaus Ziegler escribió una columna, en la que desarrolla un poco más lo despreciable de Vallejo:
El tipo puede haberse fajado con un libro contra la Iglesia Católica. Bien por él. Sin embargo su militante postura anticientífica resulta completamente insoportable para una persona que le da prevalencia al progreso humano, que, necesariamente ha de ser conseguido mediante la ciencia.
De hecho, lo lúgubre y la pesadumbre que transmite Vallejo fueron magistralmente plasmados en el documental sobre el escritor, titulado muy adecuadamente La desazón suprema.
Lo que terminó de generar mi animadversión hacia el escritor, es su postura marcadamente ignorante, iletrada y anticientífica, desde la cual ataca a los máximos pensadores que ha generado la humanidad. Al respecto creo que el tema es abordado magistralmente por dos personas cuyas opiniones se han ganado mi respeto.
El primero es Mauricio-José Schwarz, cuando responde qué piensa de Vallejo por su Manualito de imposturología física:
He leído lo suficiente de él como para considerarlo un ignorante monumental con ínfulas aún más monumentales.
El libraco en cuestión, por cierto, ejemplifica de modo patético la pose anticientífica escolástica latinoamericana que tanto daño nos ha hecho. Como tantos otros autoproclamados genios que pretenden desmontar la física con palabras (porque lo de los datos, las pruebas, los hechos y las demostraciones no se les da muy bien), desprecia todo lo que no entiende y se burla de todo lo que lo rebasa, sin darse cuenta del ridículo en el que cae.
Vamos, que puede echar el rollo más largo y mareador del universo (exhibiendo su ignorancia con descarnado júbilo) contra los científicos y hacer comentarios agudos sobre conceptos que "le parecen" raros, pero los aviones vuelan, el efecto fotoeléctrico funciona, Internet funciona, el GPS funciona, los edificios y puentes bien construidos no se caen y estamos inmersos en demostraciones incesantes de que el conocimiento científico, y en particular la física, si bien siempre provisorios y susceptibles de ampliación, mejora y refinamiento, describe de modo razonablemente correcto el comportamiento del universo.
En ese mismo sentido, Klaus Ziegler escribió una columna, en la que desarrolla un poco más lo despreciable de Vallejo:
Esa misma inteligencia, lúcida con la palabra, se obnubila cuando se adentra en el ámbito de lo abstracto, de lo no verbal, al momento de razonar con el lenguaje matemático de las ciencias exactas. Pero a Vallejo nada lo amilana, y con la osadía que lo caracteriza se embarca en la labor de desenmascarar a quienes a su juicio son los genios máximos de la impostura: Darwin, Newton y Einstein. Vallejo no advierte que su refutación, de ser acertada, sería el logro intelectual más grande jamás realizado por un humano. El producto de ese trabajo son dos libros lamentables: “La tautología darwinista” y el “Manualito de imposturología física”.
El “Manualito”, el más increíble de los dos, es una mezcla inverosímil de analfabetismo científico, ineptitud, atrevimiento y patanería. Detengámonos a analizar su propuesta de una nueva ley de la gravitación universal: “Según la formulación de Newton, la fuerza de gravedad `disminuye´ según la distancia elevada al cuadrado, pero obviamente siempre y cuando nos `alejemos´ del cuerpo que la produce, pues si nos `acercamos´ a él lo evidente es lo contrario […]. ¿Por qué razón hemos construido la ecuación de la gravitación universal ‘de Newton’ basándonos siempre en la primera proporción [F α 1/d^2] (como si nos alejáramos) y nunca basándonos en la segunda [F α d^2] (como si nos acercáramos), siendo así que ambas son verdaderas? En consecuencia, y sin violentar nada, para que descansemos de la vieja formulación de la que estoy harto propongo esta nueva F = Gm1m2d^2”.
La argumentación muestra que hasta las matemáticas del nivel escolar le resultan incomprensibles al autor. Según su fórmula, un minúsculo grano de polvo situado a la distancia de Andrómeda nos propinaría un jalón gravitatorio descomunal, suficiente para hacer trizas el Planeta, ¿sin violentar nada? Errores del mismo tenor se repiten a lo largo del libro, una y otra vez. Su diatriba contra Einstein y contra los “Payasos Cuánticos” no pasa de la ramplonería, no amerita discusión.
Sus dos libros “científicos” son el mejor ejemplo de las limitaciones que encierra una formación exclusivamente humanística o literaria. No sorprende que algunos “intelectuales literarios”, como el mismo autor, o como Antonio Caballero, a menudo se vean en dificultades para razonar con conceptos abstractos o impedidos para reconocer las falacias lógicas más elementales. De el “Manualito”, escribió Caballero emocionado: “…es, repito, un placer: de claridad, y de ironía, de sonoridad y de inteligencia. De buena literatura”. ¿Placer de inteligencia? El libro, además de estar plagado de errores, abunda en lugares comunes, en las mismas irreverencias trilladas, en las mismas vulgaridades. Vallejo se muestra corto de creatividad, flojo, repetitivo.
El tipo puede haberse fajado con un libro contra la Iglesia Católica. Bien por él. Sin embargo su militante postura anticientífica resulta completamente insoportable para una persona que le da prevalencia al progreso humano, que, necesariamente ha de ser conseguido mediante la ciencia.
De hecho, lo lúgubre y la pesadumbre que transmite Vallejo fueron magistralmente plasmados en el documental sobre el escritor, titulado muy adecuadamente La desazón suprema.
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