Este es un tema que siempre me había parecido interesante (¿por qué seguimos teniendo baños para hombres y para mujeres?), aunque nunca lo había discutido con nadie — es uno de esos temas que puede ser un poco extraño discutir y que, para completar, parece que nadie más se está cuestionando.
El caso es que sí hay personas que se han hecho esta misma pregunta y, afortunadamente, Michael Nugent, el presidente de Atheist Ireland, es uno de ellos. Hace un mes publicó un artículo al respecto bastante convincente, que traduzco a continuación.
Recientemente hubo discusión en mi blog sobre los problemas a los que las personas transgénero se enfrentan al utilizar los baños públicos. Siempre he apoyado el derecho de todos a ser tratados por igual ante la ley, y libres de discriminación, pero no sabía la mejor manera de aplicar este principio a la utilización de los baños públicos.
Después de investigar un poco, he encontrado la conversación sobre los baños más fascinante de lo que esperaba. Un libro en particular, resultó muy útil. Toilet: Public Restrooms and the Politics of Sharing es una serie de ensayos de varios expertos, publicado por New York University Press y editado por Harvey Molotch y Laura Noren.
La dinámica de usar baños públicos es complicada. Está enredada con vergüenza personal y prejuicios, así como los aspectos prácticos de saneamiento y recursos. Y los baños segregados por género causan problemas para los hombres, las mujeres, los padres, los cuidadores y las personas trans.
Mi conclusión
Mi conclusión más importante es que debemos dejar de segregar los baños públicos basados en el género. Si hoy estuviéramos segregando los baños públicos basados en la raza, sabríamos de inmediato que estaría mal. Y muchas de las preocupaciones expresadas hoy sobre acabar con la segregación de género, solían ser expresadas en el pasado sobre acabar con la segregación por raza.
Cualquier segregación debe basarse en cómo se utiliza el baño, no en quién lo está usando. Podríamos tener habitaciones individuales para las personas que necesitan o prefieren la comodidad y la privacidad, y salas con múltiples inodoros para las personas que necesitan o prefieren la eficiencia o la interacción social. Podríamos tener algunas habitaciones con orinales de pie, y diferentes salas con cubículos que son para sentarse exclusivamente.
Se necesitará tiempo para que un cambio así sea apoyado e implementado, en parte porque a muchas personas ni siquiera les gusta discutir sobre baños públicos, y no hablemos ya de hacer campaña sobre ellos, y en parte debido a que el sistema existente ya está integrado físicamente en muchos edificios públicos, así como también aparece en muchos códigos legales de construcción.
Así, hasta que alcancemos ese ideal, hay que añadir una opción adicional de nuevas salas con un solo inodoro que cualquiera puede utilizar, independientemente de su género. Esto incluiría a las personas cis, los transexuales, personas con discapacidad con cuidadores de diferentes géneros, y a los padres con niños de diferentes géneros. En otras palabras, cualquiera que valore la privacidad y la practicidad de ir al baño en comodidad, por encima de la velocidad o los problemas del usar una sala sala segregada con múltiples inodoros.
Eso abordaría la cuestión práctica de que todos puedan ir al baño con el mínimo de molestias en el imperfecto sistema existente, si simplemente quieren ir al baño en lugar de tomar una posición política. Mientras tanto, también podemos hacer frente a las más amplias cuestiones políticas de eliminar la segregación de género, y hacer que las reglas existentes sean más flexibles para permitir que las personas trans, con discapacidad con cuidadores y las familias con niños, usen las salas segregadas si quieren o lo necesitan.
Equilibrando las diversas preocupaciones
Para mantener las cosas en perspectiva, el profesor de sociología de Nueva York Harvey Molotch nos recuerda que muchas personas alrededor del mundo tienen que ir al baño al aire libre, posiblemente en una zanja llena de aguas residuales no tratadas. Incluso en las democracias occidentales, las personas sin hogar y los taxistas pueden tener dificultades para acceder fácilmente a un baño público. Y el diseño de los baños públicos puede causar incomodidad y problemas para las diversas categorías de personas.
Un sistema de baños públicos ideal satisfaría las necesidades de todas estas personas. En realidad, la mayoría de sistemas de baños públicos está limitada por el espacio y los recursos financieros, por lo que el desafío es equilibrar las diferentes preocupaciones de todo el mundo de la manera más justa posible.
A veces, la satisfacción de las necesidades de algunas personas puede causar problemas para otras personas. Por ejemplo, algunas personas con discapacidad necesitan cubículos de diseño único, mientras que las personas ciegas prefieren la continuidad en el diseño. La segregación de género puede hacer que algunas personas estén más cómodas, a expensas de que otras personas estén menos cómodas o, incluso, tengan miedo.
La incongruencia más básica de necesidades es tener la misma cantidad de espacio de baños públicos para hombres y mujeres. En la superficie, esto parece justo pero, en la práctica, los hombres y las mujeres usamos los baños públicos de manera diferente.
En gran parte debido a la eficiencia de los orinales, los hombres pueden entrar y salir de los baños más rápido que las mujeres. Además, las mujeres tienden a utilizar la zona de lavado y el espejo para arreglar su pelo y maquillaje, y conversar entre sí, más que los hombres.
Esto significa que normalmente hay colas más largas afuera del baño femenino. La investigación sugiere que, para igualar el tiempo de la fila, debería haber el doble de espacios de baño femeninos que masculinos.
¿Por qué se segregan por género los baños públicos?
Por supuesto, esto plantea la pregunta de por qué los baños públicos deben ser segregados por género en primer lugar. La mayoría de nosotros usamos el mismo inodoro en casa, o cuando compartimos la habitación de hotel, o al visitar a los amigos, independientemente de nuestro sexo. Incluso muchos restaurantes pequeños tienen sólo uno o más baños de usuario único que utiliza todo el mundo. Así que ¿por qué debería ser diferente en los baños públicos compartidos?
Terry Kogan, profesor de derecho de Utah que ha escrito sobre temas legales pertinentes a las personas LGBTI, dice que la práctica comenzó durante la revolución industrial. Se esperaba que los hombres trabajaran fuera del hogar, y las mujeres dentro de la casa. Después de las comidas domésticas, las mujeres se retirarían a una habitación diferente para permitir que los hombres deliberaran a solas sobre asuntos importantes tomando brandy y fumando. Cuando las mujeres se aventuraron fuera de la casa, eran segregadas en diferentes vagones de los trenes, diferentes salas de lectura en las bibliotecas, y diferentes baños en el lugar de trabajo.
¿Qué argumentos se utilizaban para justificar este flagrante sexismo? Ellos incluyen la protección de las delicadas sensibilidades de las mujeres que eran propensas a sentirse mareadas y desmayarse en el trabajo, la obsesión victoriana con la modestia pública entre las mujeres que se habían aventurado fuera de sus casas, y las molestias para los hombres que podrían ser distraídos o peor por la presencia de las mujeres en lugares públicos.
La mayoría de las democracias occidentales han derogado la mayoría de leyes que apoyaban esta segregación sexista. Sin embargo, las leyes de segregación para los baños públicos fueron incorporadas de forma típica en las leyes sobre sanidad pública y arquitectura, y luego integradas en las construcciones reales. Esto ha ayudado a que este aspecto particular de la discriminación sexual siga siendo resistente al cambio, a pesar de que no hay beneficios arquitectónicos o para la salud al segregar por género a los usuarios de los baños.
Preocupaciones por vergüenza e incomodidad
Empecé a estudiar este tema debido a las discusiones en mis secciones de comentarios sobre el uso de baños públicos por parte de las personas trans. ¿Deberían los trans usar los baños segregados de su sexo de nacimiento o los de su género trans?
Tanto los cis como los trans pueden temer vergüenza e incomodidad cuando compartimos el mismo baño público. Estas preocupaciones son reales. Pero siguen siendo un factor sin importar qué baños usan las personas trans. Por ejemplo, algunas mujeres cis no quieren que las personas trans hombre-a-mujer usen los baños segregados para mujeres, ya sea debido a quiénes son o por temor a que los hombres cis se hagan pasar por mujeres transgénero.
Pero, si esta forma de pensar se pusiera en práctica, y a las personas trans hombre-a-mujer se les prohibiera usar los baños de mujeres, entonces serían las personas trans mujer-a-hombre quienes usarían los baños segregados para las mujeres en su lugar. Sin duda, ¿esto daría lugar a los mismos problemas de vergüenza e incomodidad que las preocupaciones están tratando de evitar?
¿O es que la vergüenza e incomodidad se basan en si una persona en un baño segregado para mujeres tiene un pene, independientemente de si son cis o trans? Si ese es el caso, ¿cómo sabrías siquiera si tienen un pene, a menos que se desnuden afuera de los cubículos o los sigas al interior de un cubículo?
Irónicamente, ya existe la vergüenza de ver penes en los baños masculinos segregados existentes, cuando algunos hombres que usan los orinales se preocupan por sí mismos o porque el hombre de pie junto a ellos miren el pene del uno al otro. Esto puede llevar a algunos hombres a usar cubículos para orinar, lo que refuerza aún más el argumento para los baños unisex.
En última instancia, sin importar quién use cualquier baño, debemos hacer frente a la vergüenza e incomodidad con educación sobre la tolerancia y la naturaleza humana.
Preocupaciones por acoso y violencia
Tanto los cis como las personas trans también pueden temer acoso y violencia en los baños públicos. Por un lado, algunas personas transexuales temen acoso y violencia si son obligadas a usar los baños segregados masculinos. Por otro lado, algunas mujeres cis temen que puedan afrontar estos problemas si a las personas trans se les permite usar el baño segregado para mujeres.
Estas preocupaciones también son reales, pero asumen que el acoso y la violencia proviene sólo de hombres cis heterosexuales agresores contra víctimas femeninas. Sea cual sea el baño que usen las personas trans, eso no cambiaría el acoso o la violencia por parte de hombres o mujeres heterosexuales contra personas LGBTI, o por personas LGBTI contra cualquier víctima, o cualquier otra combinación de autor y víctima.
En última instancia, muchos temores sobre acoso y violencia en los baños públicos reposan en la creencia de que los baños segregados por género mantendrán tanto a las mujeres cis como a las trans más a salvo de ser atacadas. Pero ¿es razonable esta creencia? Mary Anne Case, profesora de derecho de Chicago especializada en la regulación del sexo, el género y la sexualidad, sugiere que no.
Ella señala que ya se llevan a cabo crímenes contra las mujeres en los baños femeninos segregados, independientemente de lo que hagan las personas transgénero. De hecho, ella argumenta que la presencia esperada de ambos sexos en un baño unisex podría actuar como un elemento disuasorio, reduciendo la probabilidad de que un agresor estará solo con su víctima, y aumentando las posibilidades de que un espectador capaz y dispuesto a ofrecer ayuda esté presente.
El acoso y la violencia son delitos. Debemos hacer frente a los crímenes con una combinación de educación pública y la aplicación efectiva de la ley, independientemente del lugar donde se cometen los crímenes, y sin tener en cuenta el sexo de los autores y de las víctimas. No debemos permitir que el hecho de que los criminales van a cometer delitos evite que las personas que respetan la ley usen los baños públicos.
Preocupaciones relacionadas en otras áreas
Algunos de los mismos problemas surgen en relación con la segregación de género en vestuarios, piscinas, refugios de violencia doméstica y alojamiento de inmigrantes. Y puede haber una superposición entre los prejuicios basados en el género, la clase y la raza. Debemos desafiar continuamente tales prejuicios, y asegurarnos de que las normas y leyes se basan en el comportamiento de la gente y no en su trasfondo.
Hace un siglo, en Norteamérica, las piscinas eran segregadas por género, pero no por la raza. Cuando las piscinas municipales introdujeron la natación unisex durante la década de 1920, con el fin de hacer la natación más familiar, comenzaron a segregarse por raza en cambio. Cuando eso se volvió ilegal desde la década de 1950, muchos estadounidenses blancos de clase media construyeron piscinas privadas domésticas, dejando que otros nadaran en las piscinas municipales al interior de la ciudad.
Hoy en día, en algunos países europeos, hay preocupación por un aumento de los asaltos sexuales perpetrados por inmigrantes de países con culturas que son irrespetuosas con las mujeres. En Suecia, que ha sido pionera en los baños y vestuarios de género neutro, algunas piscinas están introduciendo ahora la segregación de género para proteger a las mujeres y los niños de esas agresiones. Debemos resistir que nuestro compromiso con la igualdad de género se erosione de esta manera.
Debemos hacer cumplir las fuertes consecuencias legales para las personas que cometen agresiones sexuales, ya sea que estos ataques ocurran en baños públicos o piscinas o plazas públicas o en cualquier otro lugar. Y debemos hacer que tanto los ciudadanos nativos como los inmigrantes de países con diferentes culturas, sean conscientes de estas fuertes consecuencias legales. Tenemos que proteger prácticamente nuestros valores de los derechos humanos y la igualdad de género si queremos retenerlos.
Conclusión
¿Qué baños deberían usar las personas trans? Mi respuesta a esta pregunta es moldeada por mi creencia de que debemos dejar de segregar los baños públicos basados en el género. Debemos tratar a todos por igual ante la ley, y libres de discriminación basada tanto en su género tanto como basada en la raza, cuando van al baño.
Hasta llegar al ideal de los baños públicos que todo el mundo pueda usar igualmente, creo que las personas trans deberían utilizar cualquier baño segregado con el que se sientan más cómodos. Para el acto funcional de ir al baño no debería importar cuál es tu género, o el que los demás piensan que es tu género.
Durante el tiempo que usemos este tipo de criterios arbitrarios como el género para segregar a las personas que utilizan los baños, deberíamos aplicar estas normas de manera lo suficientemente flexible para permitir que las personas trans, con discapacidad con cuidadores de diferentes géneros, y los padres con niños de diferentes géneros, usen los baños segregados que quieran o lo necesiten.
Además, hasta llegar al ideal de los baños públicos que todo el mundo pueda usar igualmente, hay que añadir una opción adicional de nuevas salas de un solo inodoro que cualquiera pueda utilizar, independientemente de su sexo o raza o altura o color de pelo o filosofía de vida.
También hay que reconocer que muchas personas discrepan sinceramente con estos puntos de vista. No debemos describir a estas personas como transfóbicas. En su mayoría son personas buenas que piensan diferente sobre algo con lo que tienen una opinión muy fuerte. Debemos tratar de persuadirlas de los méritos de la tolerancia y la evidencia razonada por encima de los temores infundados y las presiones sociales.
Como recordatorio, la mayor parte de mi análisis ha sido informado por el libro Toilet: Public Restrooms and the Politics of Sharing Harvey Molotch y Laura Noren. Si estás interesado en la conversación seria sobre baños, bien vale la pena leerlo.
(imagen: Sam Howzit)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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