No, no estoy hablando de la Segunda Enmienda de la Constitución de los EEUU. Si bien, también está consagrado ahí, quiero recomendar la columna de Catalina Ruiz-Navarro titulada La Estupidez también es un Derecho, y que versa sobre el pobre Nicolás Castro, un estudiante a quien le abrieron una investigación penal por comprometerse a matar al hijo del entonces tristemente célebre presidente Uribe; proceso en el cual hay una prueba que a mi parecer resulta ilegal, pues fue fruto de las interceptaciones ilegales del DAS, en su caza de brujas contra todos los que no le hiciéramos la venia al corrupto y criptofascista gobierno de Uribe.
Me pareció genial este párrafo con que termina su reflexión sobre este atentado contra la libertad de expresión y de opinión -características propias del gobierno de ese intento de capataz que es Uribe-:
Para los que se lo estén preguntando, no. No estoy enamorado de Catalina, aunque intelectualmente me parece que es una columnista valiosa.
Me pareció genial este párrafo con que termina su reflexión sobre este atentado contra la libertad de expresión y de opinión -características propias del gobierno de ese intento de capataz que es Uribe-:
Si bien yo no pondría las manos al fuego por la sagacidad de Nicolás Castro, me parece que si llega a efectuarse su condena tendríamos entre manos un atentado descarado contra la libertad de expresión en Colombia y contra el más elemental sentido común que permite diferenciar entre un estudiante universitario que se llena la boca diciendo tonterías y un criminal que verdaderamente vaya a atentar contra el orden público. La condena de Castro significaría que de ahora en adelante tenemos que revisar con cuidado todas las bobadas y exageraciones que decimos en nuestras conversaciones privadas, y que todas nuestras intenciones manifiestas deben interpretarse como acciones perpetradas. Las cárceles no darían abasto si en Colombia se empiezan a condenar las afirmaciones estúpidas. El interés investigativo que se le ha dedicado a Castro es inaudito en un país donde la impunidad es el pan de cada día, pero nadie se sorprende al ver como los criminales salen libres, y se criminaliza la bobada.
Para los que se lo estén preguntando, no. No estoy enamorado de Catalina, aunque intelectualmente me parece que es una columnista valiosa.
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